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He pensado que quizá una consecuencia derivada de la pandemia sea la confección de
otro tipo de películas. Y no solo por la falta de dinero o de crédito para hacerlas. Ni
siquiera porque no esté clara su distribución, ahora que los formatos de las salas de cine
van a ser modificados y sus aforos disminuidos. No me llamen supersticiosa, pero tanto
mentaron a “la bicha” que al final apareció, y los terrores nocturnos infantiles se
visualizaron. Llevamos tiempo y tiempo con narraciones increíbles donde todo tipo de
malditos “hacen su agosto”, donde la sangre derramada es una constante, donde los
héroes son tan villanos, que muchos -yo al menos- me las veo y deseo para encontrar
una buena historia sin ñoñerías que te llegue al corazón y te haga pensar. Los efectismos
vacíos debieran ser solo para los tontos necesitados de emociones fuertes.

Con las series es otra cosa. Hay de todo, buenas y menos buenas, hasta malas. Dicen los
entendidos que son mejores para hacer, al no exigir tantos medios, mucho más fáciles de
distribuir y por supuesto de ser vistas, por medio de plataformas creadas al efecto.
Resultan más actuales y próximas. Durante la cuarentena se han publicitado muchas,
unas las he visto y otras no. Me enganché, adrede, a una de autoría turca, una especie de
novela rio, un tanto previsible, donde a los personajes les ocurre de todo pero que permite
no hacer sufrir al espectador, pues el “bueno”, al final, siempre se alza victorioso y lúcido.
Su valor esta en los intérpretes, excelentes en sus cometidos, cubiertos de las múltiples
facetas del ser humano.

Me pregunto que ocurrirá en las ciudades pequeñas, rutinarias y dicharacheras, cuando
empiece realmente la vuelta atrás para volver a nuestras vidas de antes. Debido a la
epidemia, se ha cancelado prácticamente todo, salvo las ayudas y las restricciones y
ahora habrá, en cierta forma, que volver a empezar. Puede que haya quien crea que
retornar a un punto es como cuando se enciende una luz apagada, que basta con tocar
un interruptor. No será así. Los usuarios no llegarán demasiado pronto, la oferta no será
demasiado vistosa, el dinero no correrá por las calles…

¿Que cabe hacer desde los entornos públicos y privados? Es difícil decirlo. Puede que el
sistema esté algo anquilosado, como los cuerpos físicos después de días sin ejercicio
diario, sin interconexión directa con otros. Habrá que crear un ritmo de actuación que vaya
más allá de lo básico y rutinario, y para ello es necesaria la iniciativa privada de todos los
sectores intervinientes en el progreso propio de cada lugar. Enfrascadas las
administraciones en el aspecto sanitario y de prestación social, no parecen haber previsto
ninguna expectativa común (más allá de recuperarse) para reiniciar este tiempo después
de la crisis. Siendo conscientes de que el peligro no ha pasado, pues el virus sigue aquí.

Gobernar exige inmediatez en la acción pero también referencias a lo lejos en el
horizonte, que obliguen a avanzar. Lo segundo no todo gobernante lo tiene y la propia
inercia de los lugares no es suficiente para producir los cambios necesarios; se necesitan
estímulos clave, aunque a veces estos no sean entendidos por algunos vecinos. La
controversia entre lo común y lo no común en un sitio concreto y su percepción clara por
los gobernados -parte activa de todo proceso- significan fuentes seguras de desarrollo. La
pregunta del millón es quien le pondrá el cascabel al gato.


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