Que el último Informe Pisa iba a ser demoledor era algo previsible para cualquiera que se preocupe por el campo educativo. No solo por los resultados textuales que el mismo alberga, fruto de las preguntas y encuestas realizadas entre los estudiantes, sino también por lo que esos datos significan dentro de un contexto general.
Que los estudiantes de las diferentes etapas tengan fallos acusados en lo que se consideran las herramientas estructurales importantes en cualquier formación, es algo realmente preocupante. Que no sean capaces de mantener la atención más allá de un tiempo escaso, que no escriban ni lean correctamente, que tengan dificultades a la hora de retener contenidos, exponer públicamente o debatir racionalmente con otros, son síntomas suficientes como para considerar que nuestro sistema educativo está fallando estrepitosamente.
Durante un tiempo, voces interesadas o obtusas se han encargado de decir que la Lengua y las Matemáticas son dos asignaturas como las demás. No es cierto. La comprensión, tanto en una como en la otra, determinan el éxito de las restantes, y sobre todo, ayudan a forjar las bases racionales de cualquier pensamiento en maduración. Puede que humanamente pueda entenderse que un profesor de una materia específica ha de defender, dentro de un currículum educativo, aquello en lo que trabaja y es diestro. Es lógico que el músico abogue por la música o el licenciado en Bellas Artes por alguna disciplina de ellas. Es natural. En el encorsetado esquema de los estudios impartidos en España, para alcanzar un estatus de catedrático en una materia, se debe defender la importancia de los contenidos que ésta tiene dentro del esqueleto académico .
Pero ha ocurrido demasiadas veces, que a la hora de gestar un currículo estudiantil, se ha transigido en demasía quitando horas docentes de unas disciplinas para dárselas a otras, debido a que los horarios tienen un número de horas determinado que no se pueden sobrepasar. Puede que la pandemia acelerase el fracaso educacional que vivimos, pero éste ya se había anunciado con antelación. En esa mayoría importante de alumnos con serias carencias en ortografía aún llegando a la Universidad, en esa escasa curiosidad por leer un libro, entendiendo medianamente lo que leen, en la falta de aptitudes a la hora de realizar un buen resumen que interrelacione las ideas fundamentales de lo leído y forme un todo entendible. Todo ello y el saber exponer correctamente en voz alta cualquier contenido disciplinar que se tercie, son objetivos básicos a los que los estudios educativos no deben nunca renunciar.
El conocimiento primero se da en la escuela, de ahí la importancia de la preparación de los primeros maestros, pero para que en el siguiente estadio, el proceso adecuado se mantenga, se debiera trabajar sin abandonar los contactos precisos con la etapa anterior. No como ahora, donde apenas hay acercamiento entre profesores. Yo aconsejaría a las instituciones educativas, que elaborase Libros Blancos de lo que se debe hacer, con los propios profesionales. Cambiar las leyes educativas sin contar con su experiencia es un error, a la vista de los resultados.