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A muchos españoles de edad provecta les va a toca morir por el coronavirus. Y lo harán con generosidad e incluso con alegría. Parte importante de dos generaciones de mayores, aquellos que ya han deshojado en torno a 70 o más calendarios, van a dar su vida, lo único que les queda, para en un último y generoso sacrificio tratar de salvar la de sus hijos y nietos.

Viejos que han recibido el coronavirus de forma pasiva, muchos de ellos solos en sus casas o aparcados en las residencias de mayores y sin intervenir de forma alguna en su génesis y propagación.

Ellos no asistieron a la irresponsable manifestación feminista del 8 – M en Madrid, ni al no menos irresponsable congreso de Vox, ni a los partidos del Atleti en Madrid o Liverpool, o del Valencia y el Atalanta en Bérgamo y la capital del Turia, ni han jugado como el Real Madrid partidos de la Euroliga de baloncesto en la ciudad de Milán contagiada del virus hasta las trancas, ni han ido ni han venido en avión a China o Italia principales focos de la contaminación. Tampoco han tenido arte ni parte en la falta de previsión y de decisión del gobierno, ni en la estulticia de la mayor parte de los políticos ante la pandemia que se avecinaba.

Estaban tranquilamente en sus casas o en sus residencias de mayores, viendo transcurrir apaciblemente la vida, esperando que la muerte les llamara cuando correspondiese. Y de pronto se presenta una virosis que les ataca con preferencia al resto de los ciudadanos. Que va directamente a por ellos, ya que son el estrato de la población más débil. Sus muchos años han disminuido sensiblemente sus defensas. Y el virus ataca en donde atisba debilidad. Las patologías previas padecidas por muchos de ellos, agravan la situación. Están cayendo en cantidades industriales. Como moscas. El 85 % de los fallecidos tiene 70 años o más.

La pandemia ha cogido desprevenido al sistema sanitario español. Faltan gafas, mascarillas y equipos de protección individual para los sanitarios, que son elementos básicos para defender del virus precisamente a los que tienen que curarnos. Las UCIs se quedan pequeñas, sin respiradores suficientes para tratar a los miles de enfermos que las llenan. Y que se multiplican en progresión geométrica.

Ante el colapso del sistema y la falta de medios, los médicos tienen que aplicar una norma de actuación radical: el triaje. Que en primera acepción del diccionario de la RAE significa: acción de escoger, separar, entresacar. Ya se pueden suponer. Los galenos tienen que decidir quién muere y quién se salva. Menuda papeleta ética. Pero tienen que hacer algo ante la falta de medios del sistema hospitalario español. Y en el entresaque les toca morir a estos viejos a los que les juraban y perjuraban que teníamos uno de los mejores sistemas sanitarios públicos del mundo. Y se lo creyeron a pies juntillas. Los mayores ahora constituyen el destrío del triaje aplicado.

Estos viejos oyeron hablar de recortes en la sanidad. Pero pensaron que no iba con ellos. ¡Cómo la sociedad los iba a dejar tirados¡ Imposible. Mientras tanto los políticos recortaban medios y personal en el sistema de la sanidad pública, para salvar la crisis. No se recortaban ellos ni un solo euro en sus privilegios y canonjías. Ni reducían su número. Al contrario cada vez había más diputados, ministerios, cargos y carguitos todos bien remunerados.

Y cuando se presentó la pandemia en todo su esplendor, un sistema sanitario público tan recortado en medios por las decisiones políticas, colapsó. Y se aplicó el triaje. En las UCIs entraban los que estaban con más posibilidades teóricas de salvarse. No el que se encontraba peor. En alguna UCI se aplicó el principio de que los viejos con más de 70 años, no tenían cabida. Se les abandonaba a su suerte. Que era la muerte casi segura. Una eutanasia pandémica.

Dos generaciones de españoles que levantaron un país devastado por la guerra civil, y que con su trabajo, y no con el de Franco, consiguieron llevar a España a ser una potencia económica mundial, eran dejadas de la mano de Dios. Los mismos españoles de bien que, a la muerte del dictador, apostaron por una reconciliación nacional para olvidar aquella tragedia y que favorecieron una transición hacia un período democrático que dura más de 40 años y que ha supuesto la etapa de mayor bienestar de España.

A ellos que trabajaron años y años como burros de carga, acudiendo incluso al pluriempleo, y que consiguieron poner las bases del estado del bienestar para que lo disfrutaran sus hijos y nietos, ahora les aplican un triaje, invitándoles a morirse. Esta sociedad sin valores sólidos, hedonista, consumista y frívola les exige, con la mayor frialdad, un último y definitivo sacrificio después de todos los que tuvieron que hacer para dar a las generaciones siguientes una España mejor.

Ahora que caigo, yo también soy viejo. Con casi 73 tacos de calendario consumidos. Rezaré para que el virus no me infecte. Porque ya sé lo que me espera. A ver si hay suerte y consigo ver a mi primer nieto que está de camino. Intentaré cuidarme al máximo, pero no las tengo todas conmigo. Aunque me defenderé como gato panza arriba. Porque si me alcanza el virus y enfermo gravemente, me espera el triaje. ¡Qué pena y qué vergüenza¡


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