La sociedad general de ascetas y ermitaños nos tiene,
lógicamente, sin pan ni agua.
Tan liviano es ya
su suministro que, desnudos nuestro osarios, ahora pretenden además que no
temblemos de frío, para que la hipotermia nos extinga cuanto antes.
Así ellos podrán
dedicarse a sus asuntos que consisten, básicamente, en confiscar una partida
del ron de los piratas y hundir su barco para robarles la bandera.
Ahora se explica
que artistas no consagrados tengan tan complicado salir del ostracismo: Ellos
ayudan, sobre todo, al que no lo necesita.
Sólo les falta que
presida sus despachos la temible frase del burócrata: «Vuelva usted
mañana» o mejor y a la altura de estos: «Vuelva usted cuando
triunfe».