BUEN ESTRENO DE XXV FESTIVAL DE TEATRO CLÁSICO CON “EL LENGUAJE DE TUS OJOS”

Con una mediana entrada, la compañía Teatro de la danza, bien dirigida por la inteligente adaptadora de P. Marivaux Amelia Ochandiano, escenificó muy dinámica y lúdicamente la divertida e intrigante comedia El lenguaje de los ojos, en la recuperada Plaza de las Veletas, con un graderío notablemente más ampliado, pero anoche poco aprovechado y arbitrariamente discriminatorio.

 [Img #36598] Este amplio escenario, con una calle de fondo, por cuyos marcos de puertas silueteadas entraban y salían los personajes, dando un cierto rodeo, se vio engalanado con una muy cinegética pero funcional escenografía, que no distraía, pese a las abundantes y simbólicas cornamentas de trofeos de caza diseminados por el suelo, a modo de curiosos asientos, (en los que tropezaban), como colgados en el elevado aparador, al que ascendían, bajaban y donde se ocultaban los criados y criadas.

 

         Brilló la buena interpretación general, mucho más en los criados Hortensia (Rebeca Valls) y en Arlequín (el veterano y saltarín Jacobo Dicenta), mejor sostenidos que sus respectivos amos principescos: la princesa de Barcelona, muy hierática y cuasi afónica, salvo cuando se enfadaba (Cristina Castaño), aún mejor lo interpretó el Príncipe travestido (Iker Lastra), el cual escondía bien su verdadera identidad regia castellana, para saber e intrigar más a los cortesanos.

 

         Sus vestuarios, a tono con la modernizada, enredosa y sugerente comedia dieciochesca del españolizado francés Marivaux, eran generalmente de época, pero bien estilizados con un gusto actual por Cornejo, aunque algunos eran claramente modernos como el del Ministro Federico (Juan Gea), con gran soltura y buen oficio, así como la de la sirvienta Luisita (Bea Bergamín), más discreta en su papel y en su interpretación.

 

         Cierto que “casi todos los personajes se enamoran y caen rendidos a las tentaciones pasionales y materiales”, pero no precisamente por el lenguaje de sus ojos, al que aluden esporádicamente los dos criados principales en su persistente, pero veleidoso romance. Hay varias alusiones a las costumbres españolas, no solo por el origen del príncipe travestido, sino también a su fiesta taurina, toreando en escena, tras unos vistosos fuegos artificiales, así como por ciertas sugerencias quijotescas, al suplantar la criada Hortensia a su ama la princesa o en reiterados juegos amorosos, que se desenredan en un “tumbativo final”, para poder encajar mejor el ovillo de relaciones amorosas que se habían ido acumulando.

 

         El graderío, no muy nutrido de público, reconoció el buen trabajo en esta simpática comedia con una larga ovación que también recibió su directora.