![DESTERRADOS EN LAS HURDES [Img #49845]](upload/img/periodico/img_49845.jpg)
Acabo de ver en mi libro “Los Confinados” y contemplo, estremecido, el mapa de los destierros desde El Cid hasta el Franquismo, pasando por la Dictadura de Primo de Rivera. Naturalmente, Fernando VII se lleva la palma, pero gobernantes más cercanos a nuestro tiempo, no tendrían la sensibilidad de un humanista. Don Miguel – me refiero a la Dictadura de Primo de Rivera – mandaría a Unamuno y a Rodrigo Soriano a Fuerteventura; Jiménez de Asúa, Casanueva, Vila y Cossío a Chafarinas. La República, sin embargo, hallaría otras páginas geográficas: a Albiñana a Las Hurdes y El Franquismo dejaría una lista muy extensa por la geografía española y una historia de esperpento. Nicolás Redondo, secretario de UGT, descubría Las Hurdes, cuando empezaban a desprenderse de los tejados de la miseria y abrirse, en suma, a su belleza, mientras iba camino de la modernización entre pinos y otras especies. No olvidemos, la falta de sensibilidad hacia otros ilustres desterrados en algunas Islas Canarias, como el Conde de los Andes, Jaime Miralles, Fernando Alvarez de Miranda, ex presidente de Las Cortes; el doctor López Ibor, en los pagos de Barbastro – allí escribió “La angustia vital” -… Y otros desterrados más.
Especialmente, al abrir el libro, me encuentro con las imágenes del Dr. Albiñana, disfrutando de un baño y vigilado por la Benemérita o, en otra imagen, con el párroco de Nuñomoral. No falta la imagen de un peluquero o, de que suerte, remoja, en el río, un pan negro y duro. Y, por supuesto, las más curiosas visitas. Mi recordado amigo, Eugenio Vegas Latapie, preceptor del entonces Príncipe Don Juan Carlos, visitaría, en aquel período republicano, a Albiñana y sorprende lo bien que iba vestido, vamos, un modelo.
No falta, por tanto, el toque de esperpento de una pena medieval, cuando la modernidad se abría, como un bello abanico, en la piel de toro. Esto es la historia, “la que face los omes e los gasta”, del viejo castellano.
Me acojo al título de mis queridas Hurdes, porque la magia del digital tiene su región, en la que se han escrito buenas y malas historias. Y así derramo estas letras, como se derrama el trigo en la besana. Así es la Historia, surrealista en esta pena, que pienso en ella, cuando cruzo Las Hurdes y, en mi corazón, cantan los jilgueros una vieja canción, ante una modernidad que aplaudiría Baudelaire; yo, afortunadamente, ni las reconozco.
A Fernando Alvarez de Miranda y a Luisa, que, además, lleva sangre extremeña.






