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En uno de los cursos que para profesores
imparte la Universidad se puede cambiar el rol en la comunicación con el
programa y así ver desde la vertiente del alumno lo que aparece o no aparece en
pantalla, los datos con los que trabajar.

 

Como en la vida. En esta, uno descubre que
hay personas que se mueven conforme a un papel preestablecido de forma
totalmente ortodoxa. Así hay quien hace de erudito y, obligado por esa
circunstancia, debe continuamente demostrarlo, explicando una y otra vez las mismas
cosas con pequeñas variantes que en nada añaden detalles nuevos al objeto de su
investigación. Pero, enhebra unos trabajos con otros sin descanso, desde la
aparente auto complacencia por estar cumpliendo un objetivo histórico.

 

También los hay que van por la vida de cultos
o de ecologistas o de religiosos. Todos ellos observan una serie de reglas que
permiten citarlos en los circuitos correspondientes, ser tenidos en cuenta para
actividades que tengan que ver con esos asuntos. Crean su grupo que funciona mas
o menos con normalidad, realizan pequeños ensayos y en las ciudades de
provincia se crean un nombre y unas relaciones.

También están los que construyen su rol
contra algo o contra alguien. Estos, constreñidos por aquel, deben actuar
siempre de la misma manera, buscar chivos expiatorios y tirar contra ellos con
saña hasta derribarlos para después exponerlos como si de trofeos de caza se
tratara. No cejarán en su trabajo. Cuando terminen con uno de estos
«enemigos» buscaran otro y luego otro y otro, siempre que ello les
sirva para reafirmar su papel, logrando otro tipo de premios añadidos, como el
status, la prebenda económica, el cargo público.

 

De los últimos podrían escribírse libros
completos. Son peligrosos o al menos disonantes en mayor o menor medida según
las circunstancias por las que discurre la realidad del momento. Desde luego no
son líderes en un sentido positivo porque convierten cualquier tarea en una
especie de guerra con vencedores y vencidos, mas o menos cruel, mas o menos
sangrienta, según sea la resistencia de las víctimas. Con deterioro de la
convivencia y de las ideas, que enmudecen. Lo curioso es que siempre encuentran
adeptos que se unen, en la falsa creencia de que la organización y la
disciplina solas y a ultranza podrá llevar a los hombres a la tierra prometida,
que para unos significa una cosa y para otros, otra.

 

Frente a ellos el común de los mortales se
mueve mal. No entienden algunas de las posturas, no las comparten o no están
dispuestos a pleitear por algo que no consideran tan importante como para
perder luz y honra en el envite.

 

Observando lo acaecido últimamente en Chipre
oímos decir a muchos comentaristas que hemos llegado en Europa a situaciones
muy graves, no solo fruto de una crisis económica, sino de algo mucho más profundo.
Eso de que se tomen decisiones tan duras para los pueblos, decisiones que
afectan tan directamente a sus vidas, fuera del país y sin contar con sus
representantes, quiere decir que el sistema democrático está haciendo aguas por
todos los lados y que lo que se avecina puede ser radicalmente distinto de todo
lo que hemos conocido en los últimos tiempos. Y sin contar con nosotros.

 

Cuidado por tanto con las posturas
individuales y con sus códigos de conducta porque, sin duda ahí hay un germen
de los planteamientos de las organizaciones donde aquellas intervienen.
Queramos o no, el conjunto se forma desde las partes.


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