Digital Extremadura
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Todavía pueden comer pero no pueden ducharse, porque en aquella casa no hay agua.
Han cortado el grifo. Todo empezó el día en que el banco devolvió el primer recibo que no
pudieron pagar. Y detrás del primero, vinieron otros. Y luego había que elegir, entre la luz
y aquel flemón inoportuno que su curación no cubre la Seguridad Social, porque perder
una muela de por vida debía ser el último recurso. Y tampoco habrá zapatos nuevos, ni
gasolina para el coche.

No recuerda bien ¿cuando empezó todo?. No era capaz de recordar cuando fue el
momento en que empezó a ser pobre. Primero vergonzante, disimulando, y pensando que
era una situación temporal, sonreía y rechazaba la invitación a las cañas del fin de
semana, cuando alguien le llamaba, como siempre, para salir un rato.
Pero el tiempo pasa y el anhelado empleo no llega, curriculos y curriculos con destino
directo a la papelera sin respuesta.

Y empezó a sentirse pobre sin adjetivos, a no calentar la casa, a envolverse en mantas
para no pasar frío, y así, como una obsesión, iba entrando en su cabeza la idea de que
estaba en un pozo del que difícilmente podía salir. Soñaba, imaginando que una ola le
arrastraba hacia dentro mientras él trataba de agarrarse a la arena de la playa que se le
escapaba entre los dedos.

Sin empleo, sin recursos se le escapaba su vida anterior tal y como siempre la había
conocido.

Sin ayuda, el abismo se abría bajo sus pies. El bucle de la ola lo arroja a la playa terrible
de la miseria.

El es uno de tantos que solo el flotador de asegurar lo más básico puede salvar de la
desesperación absoluta.

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