De la Burla teatro, una
asociación cultural cacereña de tipo amateur, pero dotada de unas destacadas
condiciones escénicas y exitosa experiencia teatral, vuelve a triunfar en su
ciudad, inaugurando la plaza de San Jorge en esta nueva edición del
Festival Clásico de Cáceres.
Presentaron el viernes pasado un increíble fresco del
mundo teatral áureo y moderno, entre realista y existencial, que mantuvo muy
atento y regocijado a un numerosísimo público, que desbordó la capacidad del
graderío de la maravillosa plaza monumental: los muchísimos espectadores no
cesaron de reírse en las primeras escenas, en las que se remedaban escenas muy
cómicas, bien provistas de unas “máscaras de palo” ridiculizando a los
ricachones, en cuyas manos estaba el futuro laboral de las tres actrices; o cuando
llegaban a un pueblo y tenían que bailar o hacer cabriolas, aunque eso no
entrara en el programa; por tanto la
jocosa sátira iba desde la corte madrileña, en cuyo corral de comedias se
ambienta la obra, hasta la mísera aldea,
cuyos cazurros alcaldes explotaban a las comediantas recompensándolas con un sustento pobretón: muy buena la parodia de
Ana Franco en la vividora Marcela y de Marisol Verde en la histriónica
Estrella.
También el nutrido público cacereño se
emocionó en la segunda parte, cuando Elena de Miguel en su dubitativo papel de Laura, bordó un
monólogo evocador de sus amores con Agustín, que ella quería revivir, como
escape a su incierto dilema laboral y sentimental. La intriga de su futuro,
provocada por la llegada de las jóvenes
actrices al corral de comedias, les plantea una reflexión sobre cuánto tiempo
les queda de pisar las tablas y si les renovarán su incierto contrato y a costa
de qué favores sexuales. Las dos más expertas, Marcela y Estrella, agotan todos
sus recursos pedagógicos de teatro dentro del teatro, hasta que al final acaban
optimistas brindando con un “Vivan las comediantas y por una larga vida al
teatro”.
La buena interpretación actoral ha estado muy
bien apoyada con una experta dirección del autor Fulgen Valares y por su eficaz
equipo técnico de luz y sonido, vestuario y escenografía, con una interesante música original de
Mariano Lozano: todos lograron un sencillo, amable y entretenido montaje netamente
cacereño, que fue largamente ovacionado.