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No
es verdad que los legionarios de Emerita Augusta, de Metellinum, o de Castra
Caecilia, cada vez que veían al César le pedían el AVE para la Lusitania. AVE
CAESAR¡ Pero
  aunque así hubiera sido, seguro
que les hacía el mismo caso que hacen ahora las autoridades actuales. Resulta
llamativo que algunos que se consideran “progres” o sea,
 que están por el progreso, sean reacios a la
implantación de nuevas infraestructuras, que no son
 un privilegio, sino que sólo nos igualan a
nuestro entorno, para nunca mejor dicho, “no perder el tren”. Lo primero que
dicen, para negar la posibilidad de hacerlo,
 y que constituye uno de los argumentos
capitales, para no instalar las estaciones en lugares como Badajoz, Mérida o
Cáceres, es que quizás no hubiera suficiente población como para hacerlo
rentable, pero este razonamiento, se cae solo, porque, no tendremos AVE. No hay
ni un solo metro de líneas electrificadas, con lo que parece ser, que no ha
pasado, por la mente de los planificadores, tal posibilidad momentánea. Lo que
sí habrá serán trenes de Alta Velocidad, pero de diesel, que nunca cogerán la
misma velocidad. El argumento para oponerse a la llegada del AVE, es que según
algunos, es un transporte “para ricos”, cuando aquí se precisaría una línea
ferroviaria que diera servicio al “pueblo”, invirtiendo ese dinero en la
remodelación de los trenes de cercanías. Pero quizás una cosa no impida la otra,
sino al contrario. Trasladándolo a la situación actual de comunicaciones, negarse
a crear una infraestructura ferroviaria moderna, es como si hubiéramos querido
mantener los caminos, o las viejas carreteras, porque por ellas iban mejor los
carros, en lugar de las autovías, que son para la gente que podía disponer de
un coche. Yo sé poco de ferrocarriles, pero me he informado por quienes sí
conocen bien el tema, y la verdad es que me han convencido. No se trata sólo de
traer o no, el AVE, sino de renovar unas infraestructuras que estaban bien en
el siglo pasado, pero que son, haciendo una comparación,
 como las viejas carreteras, que quedaron
obsoletas, y lo normal es que nadie ponga pegas a una autovía,
 por la que pueden transitar, desde el señor
mayor que lleva su coche a una velocidad, que a veces piensas que casi está
aparcado, hasta el que le da una alegría a todos los rádares que le hacen más
fotografías que le hicieron
 el día de su
boda.

 

Tener
infraestructuras es tener riqueza. No hay que mirar hacia atrás en el tiempo
para recordar  míticas ciudades, como
Petra o Palmira, cuyo único mérito era estar en la ruta de las caravanas, y que
una vez que estas cambiaron su ruta, desaparecieron. El otro día al volver de
un viaje, me di cuenta  de la cantidad de
camiones portugueses que iban o venían por la autovía. La salida de Portugal
hacia España, puede hacerse por múltiples lugares por el norte o el sur, pero
imagínense la riqueza que se le está produciendo a dos regiones, el País Vasco
y Cataluña, que ostentan el monopolio de 
salida de todas las mercancías que por tierra van o vienen de Europa y
encima se quejan.  Fomentar unas
infraestructuras ferroviarias que nos permitan no “perder  el tren” es imprescindible, ahorraría mucho
tráfico de mercancías por carretera y  no
acabaremos como Petra o Palmira, preciosas, pero perdidas en un desierto, y sin
población.


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