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SE ARMÓ “LA REVOLUCIÓN” EN LAS VELETAS

CULTURA
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La Compañía intergeneracional Arden Producciones, bien dirigida por Chema Cardeña, y formada por 13 buenos actores, muy sueltos y emotivos comunicadores, se ganaron desde el principio a un público que rio, vibró y contestó asambleariamente, dentro del contexto bastante verosímil de la Revolución Francesa.

[Img #36622]Todo resultó ser una divertida parodia de la misma, al caricaturizar, quizá en exceso, tanto a la realeza (Luis XVI era un maniquí), como al pueblo, otra marioneta manejada pendularmente por los líderes populistas Dantón y Robesperre, llamado por su rival Robesperro, en una tensa y prolongada diatriba dialéctica entre ellos, que también intentaron ganarse a la Banca y a la Iglesia o a sus ridículos representantes para la Revolución.

 

         Un tumulto, que salió por detrás del público, asaltó Las Tullerías con banderas tricolores y mosquetones en mano, llevándose a la pareja real, a la que hicieron un burdo juicio, a cargo de unos ebrios y arbitrarios jueces, que los condenaron a la guillotina, escena efectista al ver rodar la cabeza de la austríaca María Antonieta.

 

         Posteriormente los dos manipuladores antes citados, como jefes de la Junta de Salvación Nacional, convocaron una Asamblea Constituyente para que el pueblo, representado por el público leyera algunos derechos universales y dijera otros voluntariamente y más o menos ocurrentes, pero en cualquier caso siempre eran admitidos por dichos jerifaltes y aplaudidos generalmente.

 

Una banda de cinco músicos, uno de ellos amenizó con su piano los momentos previos al inicio de la obra, y los demás interpretaron, con la ayuda de una buena vocalista, una media docena de bellas canciones, algunas muy conocidas y debidas a Los Beatles, Pink Floyd, Bowie o Shocking Blue, consiguiendo enfatizar la tensión dramática o contrapuntear esta agradablemente.

 

Después de una simpática escena de tres charlatanas tricotadoras, los dos líderes populistas citados acabaron en la guillotina, y sacando a pasear en una bañera a Marat, mientras el populacho toma La Bastilla cantando La Marsellesa, consiguiendo así una bella escena plástica, digna de Delacroix. 

 

Al final de todo invadieron de nuevo el no muy nutrido graderío cantando, aplaudiendo y agradeciendo la colaboradora y gratificante respuesta del respetable, que complacido aplaudió largamente un nuevo y exitoso estreno del XXV Festival de teatro Clásico.

 

 


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