![JUAN RAMON O EL LIRICO QUE ROMPIA CORAZONES [Img #37283]](upload/img/periodico/img_37283.jpg)
Ahora, Juan Ramón estaría ausente de “Platero”. Sencillamente, porque no los hay, ni se oye su rebuzno en la soledad de la aldea, ni los niños gozan del placer de su montura y hasta nos queda lejano el eco del maestro cuando nos llamara burro, en ocasiones, a algún alumno. Esos plateros forman ya parte de nuestro pasado y, sin duda, sentimos cierta melancolía de copla manriqueña, de “menosprecio de Corte y alabanza de aldea”, de sombra pictórica bajo un sol ardiente. Hasta Durrenmat escribiría una gran obra: “Proceso por la sombra de un burro”. Qué pena que el tiempo se lleve, misteriosamente, estas estampas, nos deje huérfanos de su figura, aun recordando su trote por la calle o por un camino, un prado o su estancia en la cuadra, ¡ale burrico! cuando hemos dicho adiós a la cultura agraria y su figura, sin embargo, pasea por las retinas del recuerdo.
En mi primera visita a Moguer, ya hace muchos años, observaría a unos Plateros y, hasta me sentiría un poco Juan Ramón, y quizás fueran descendientes del que inspirara al poeta. Qué lejano, sin embargo, de su estro, de aquella prosa lírica que enaltecía los pasos y los días bajo una luz sorprendente y mágica. Nunca olvidaré esa luz de Moguer, ni qué magia tenía aquel sol, ni aquellos rayos que nos enviaba el sol como un oro disuelto entre las nubes.
Juan Ramón describiría Moguer a través de la humildad de su platero, cuando era un mozo de veinticuatro años; y rememoraría “esa patria de los hombres que es la infancia”, que decía Rilke; y levantaría acta de la vida de su Moguer a través de esa figura que él ha inmortalizado, y que escribir cada página, no le llevaría más de diez minutos. Eugenio D Ors diría que “los niños adorarían a Platero y yo porque no ha sido escrito con premeditación para ellos”. Ese gran título que, en un principio, llevaría el de “Elegía Andaluza”.
![JUAN RAMON O EL LIRICO QUE ROMPIA CORAZONES [Img #37282]](upload/img/periodico/img_37282.jpg)
Margarita y Consuelo admiraban a Zenobia Camprubí – esposa de Juan Ramón y traductora de Tagore -. Marga le hizo un busto a Zenobia y quedaría prendada del poeta, hasta el extremo de que, su sentido religioso le llevaría, al no poderse casar con Juan Ramón, a dispararse un tiro en la cabeza, después de haber destruido toda su obra. ”Qué hermoso es el atardecer del último día”, le dirá, en una carta de despedida, a sus padres.
Tras ese gran lírico, valetudinario y melancólico, se escondía, sin embargo, un hombre muy erótico, como ha descubierto José Antonio Expósito en “Libros de amor”, a través de noventa y tres poemas, escritos en la soledad del poeta en Moguer. “Ella ansiaba saciarse…/ por si la vida no le daba el goce… honrado / Yo iba sólo por un afán de novedades…” De todos modos, Platero será eterno, vendrá siempre con nosotros y nosotros con él, pasearemos en las calles del tiempo ido; y no nos importará la tarde de su entierro, ni “septiembre, rosa y oro (que) lo acariciaremos“, y veremos “la tierra húmeda de grandes lirios amarillos.” Y necesitaremos verte, Platero, por las calles desiertas de las aldeas y las villas, porque el pollino siempre vendrá, afortunadamente, en procesión, un día grande, muy grande, pero Platero seguirá en la pradera de nuestros sueños.






