Me duele cuando mencionas con ironía que hay demasiado “Vargas Llosita”, “Gabrielito García Márquez” o “Quevedin” escribiendo por el mundo. Mi prurito femenino revienta porque a menudo utilizas la frasecita “Eres más peligrosa que una presunta escritora con el portátil en las manos”. No puedo negar que al ponernos delante del teclado o de los folios en blanco casi todos queremos crear algo diferente, brillante, y además obtener el reconocimiento de los lectores. Incluso admito lo que defines como “La patética búsqueda del Cervantes del Siglo XXI”, pero a la vez te empeñas en negar el agua al sediento; jamás reconocerás, por esa altanería tuya de escritor de éxito, el sosiego que sienten muchas personas al plasmar en palabras venturas y miserias, amores y desamores. Has vendido millones de libros, has conseguido ni se sabe cuántos premios, pero eso no te da derecho a ningunear a aquellos que, aún sin valor literario alguno, revelan los sentimientos que sus almas celosamente esconden. A mí tampoco me gusta demasiado cómo escribes y, sin embargo, mírate: en la cresta de la ola, forrado de dinero, buenas críticas siempre… Eres injusto… Lo sabes… Tú también empezaste con cosas que carecían de mérito y perseveraste. Esos primeros poemas tuyos son de pena. Evidentemente ya lo has olvidado. Deja en paz a la gente…, que escriban cuanto quieran…, no les desprecies… Tendrías que ser un poquito más tolerante.
Oye, Papá, date prisa, se ha echado el tiempo encima.
¿El Rey? ¿El Príncipe? ¿Algún político de guardia? ¿Quién le entrega hoy la condecoración a esta lumbrera de la Literatura Mundial?
Si, irá toda la familia. No, no tengo ganas. Quiero terminar un soneto en el que trabajo desde hace días. Soneto que, por cierto, mañana tu criticarás con desprecio, seguro…
Anda, márchate ya… Mamá se sentiría orgullosa… Yo también lo estoy. Vas muy elegante, dame un beso…