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EL BOTÍN DE BOTÍN

OPINIÓN
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   Con Emiliano Floriano Calvo, al que los vecinos llamaban Miliano “El Abaejo” y “El Guindo”, intimé bastante a raíz de aquella peña o asociación que formamos para recuperar las capeas tradicionales y populares y echar a andar las fiestas del Emigrante, exitosas años atrás pero que ya no son ni sombra de lo que fueron.  Emiliano había nacido un día de San Cayetano, patrón de Descargamaría, de 1923, y era hijo de Ti Juan Floriano Gutiérrez y de Ti María Calvo García.  Nuestro amigo nunca llevó el “Ti” delante porque fue solterón toda su vida.  Miembro era de la directiva de la mentada peña, siendo este modesto escribidor secretario de la misma.  Era de despierta inteligencia, hombre de consenso y siempre proponía acertados puntos de vista.  Le gustaba lucir el tipo en las capeas y, en cierta ocasión, un novillo lo empotró contra un carro, abriéndose la cabeza. Desde entonces, en los carteles artesanos que confeccionábamos, figuró como “El Niño de la Pitera”.

 

     Emiliano salió algunos años a la siega por Castilla.  Iba en compañía de un amigo de la pedanía de El Bronco, que, al parecer, tenía raíces en la comarca salmantina del Campo del Argañán.  En el pueblo de Castillejo de Martín Viejo, se enamoró de una máquina aventadora, de aquellas que por los años 40 del pasado siglo hacían furor en el medio rural.  Entonces, comías el pan si lo sembrabas.  “Era una señora máquina pa limpial el granu -me relataba el paisano-, que me s,iban loh ójuh a ella.  En el pueblu no había nenguna y me se metió en la cabeza que tenía que mercal una, no me s,iba el pensamientu de jadelmi con la limpiaora”.

 

    Su amigo, el bronqueño, por medio de conocidos, consideró que lo mejor era acercarse a Ciudad Rodrigo y pedir un préstamo.  Pasaron por el Banco de Castilla y, luego, por la Banca “Hijo de Domínguez”.  Les convenció esta entidad y, con avalistas aportados por el amigo, Emiliano obtuvo el préstamo.  Pero, con los muchos días y mermadas ollas, surgieron problemas y alifafes, y las letras no dejaban de venir.  El préstamo se iba por otros derroteros y un día una carta le comunicó que los intereses bancarios se multiplicaban. “Me cohtó un viaji -me seguía refiriendo- a Ciá  Rodrigu.  M,embobarun de tal jorma que me jidun firmal andi élluh quisun. ¡Pagué bien lah maésah!  ¡Me cagüen la madri que parió a tó loh báncuh y a tó loh hatájuh de banquéruh!  Y, aluegu, aquéllah conocénciah del amigu del Broncu, ¡si t,he víhtu, no m,acuerdu! M,afeitarun lo pocu que tenía y ¡adióh la aventaora!”

 

     Aquella Banca “Hijo de Domínguez” fue absorbida por el Banco Central y, hoy en día, forma parte del Banco Santander, el que presidiera hasta el pasado 10 de septiembre, cuando falleciera víctima de un infarto agudo de miocardio, Emilio Botín Sanz de Sautuola y García de los Ríos.  Muchos consideramos que la leña de un árbol caído solo se debe emplear para fabricar humildes, que no fastuosos, ataúdes donde, como decía el Libro del Eclesiastés, se patentiza aquello de “vanitas vanitatum omnia vanitas”.  Nada pueden los placeres terrenales frente a la guadaña de la muerte.

 

     El fallecimiento de Botín ha dado lugar a todo un derroche de tinta en los más dispares periódicos, de modo especial por aquellos considerados amarillistas, cavernarios o escorados a la derecha.  Pero también en otros que siempre lucieron vitola diferente en sus habanos.  Los panegíricos, laudatorios, encomios, nenias, endechas y otros loores y cantos fúnebres se han sucedido a lo largo de estos días.  El ciudadano Felipe VI, rey de este país sin consultar al pueblo, lamenta la pérdida de “un gran hombre que ha hecho mucho por España”.  El jefe del Ejecutivo y cabeza número 1 del PP, Mariano Rajoy, comenta que “fue un gran embajador de la marca España”.  Y nuestro José Antonio Monago, el que dice hacer políticas de izquierda y de derecha por estos ondulados campos, ha afirmado que ha sido una “pérdida triste de una persona afable y embajador de España como sector financiero en el mundo”.  Hasta Toxo y Méndez, máximas figuras del sindicalismo ortodoxo y burocratizado, lloraban, consternados, por sus ojeras.  En el velatorio, a alguien se le escapó veneno de víbora por su lengua: “Parece que en vez de haber muerto un usurero, ha sido un benefactor”.  Otros, también, cuchicheaban sobre los 2000 millones de euros evadidos a Suiza y acerca de las triquiñuelas del Tribunal Supremo para exorcizar aquel fraude millonario.  No sabemos si los desahuciados y los pequeños accionistas a quienes Botín fue desplumando uno a uno o en bloque lloraron a raudales por sus ojos.

 

    A Emiliano “El Abaejo”, nieto paterno de Ti Miguel Floriano Esteban y de Ti Micaela Gutiérrez Gutiérrez, jamás se le humedecieron los párpados por la muerte de un banquero.  Los llamaba “jurríñuh” y “chupasángrih”.  Cierto es que fama tienen de creer en una sola religión: la del dinero.  Pero van a misa y se dan golpes en el pecho.  Cuentan que don Emilio Botín López, abuelo paterno del fallecido, era acosado  por un mendigo cuando salía de su misa diaria, pidiéndole una limosna por amor a Dios.  Don Emilio no le prestaba atención.  Pero un día el mendigo le rogó “por Dios y por la Virgen”.  Entonces, el banquero se paró en seco y le dijo: “Ahora, sí, que, con dos avalistas, ya es otra cosa”.  Y le  dio una generosa limosna.

 

     Posiblemente, Emilio Botín pase a la historia judicial por haber sido el banquero que consiguió una doctrina jurídica propia: la “doctrina Botín”.  Mediante ella, el Supremo cambió, en 2007, su criterio de décadas, eludiendo así el financiero ir a juicio (caso de cesiones de créditos, con millones de euros opacos al fisco y que causó un enorme perjuicio patrimonial a las arcas públicas).  María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta del gobierno socialista en aquellas fechas y hoy flamante miembro (¿o miembra?) del Consejo de Estado, dio órdenes para que no se actuara contra el banquero.  A raíz de estos corruptos enjuagues, personas ligadas al Tribunal Supremo afirmaron que la actuación de Botín “transgrede la ética y repugna socialmente”.

 

     Según la revista estadounidense “Forbes”, la fortuna del fallecido alcanzaba en 2011 los 1.100 millones de dólares.  No es cuestión, como dijimos más arriba, de hacer leña de un árbol caído, pero, tal y como consideraba el escritor británico George Orwell, “en una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”.  Por ello, creemos un deber afirmar alto y claro que los españoles  tienen derecho a saber cómo se forjó su fortuna y la de su banco, qué batuta movió para acumular tantas inmobiliarias, empresas, agencias bancarias y para engatusar a tantas personas y políticos y cómo se las ingenió -valgan un par de ejemplos, entre muchos- para quedarse con Banesto y para engañar a miles de clientes con las cesiones de créditos.

     Botín no deja de ser el fiel reflejo de una casta que actúa por encima del bien y del mal, incompatible radicalmente con los honestos patrones democráticos y con la división de poderes.  Recientemente, en una cena en Milán, confesó que una de sus preocupaciones era la nueva formación de “Podemos”.  ¿Cómo no iba a serlo, si esta formación está capitaneando al pueblo llano para que se rebele contra los poderosos?  También el amigo Sánchez, secretario general del PSOE y que tiene buenos maestros para aconsejarle, acaba de desbocar su lengua, diciendo que “Podemos” intenta llevar a España por la senda del populismo y de la Venezuela bolivariana.  Da la impresión que el socialista pertenece, igualmente, a la casta y ya ha escuchado el aullido del lobo.

 

     A nadie debe extrañar que el nieto materno de Ti Antonio Calvo Montero y de Ti Primitiva García Gutiérrez, le tuviera una mezcla de odio visceral y de miedo cerval a los bancos. ¡Menuda fue la que le armaron aquellos a los que siempre les están bailando los billetes entre sus manos!  Curiosamente, Emiliano cayó para no levantarse más el 6 de diciembre de 1998, el mismo día en que Hugo Chávez ganaba democráticamente las elecciones presidenciales en Venezuela, al frente de ese movimiento bolivariano que pretende que los ricos sean menos ricos y los pobres menos pobres.  Los banqueros, como Botín, siempre se sintieron indigestos con las reivindicativas voces de los desheredados, al igual que los imperialismos, la derecha de este país y, ahora, parece ser que también el guaperas y recién nombrado secretario general del PSOE.  Descanse en paz Emilio Botín, al que le venía que ni pintiparado su apellido, pero que la verdad continúe siendo eternamente revolucionaria.

  

                        

 


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