Eso de que los niños son creativos es una realidad. Pregúntenme a mi, que en la época de las
habitaciones con alcobas, separadas estas últimas del resto del habitáculo por cortinas, la
imaginación me transformaba en seres animados a la flores de la tela de cretona de aquellas. No
dejaba, pues, que apagaran la luz, pues cuando eso ocurría, el argumento del último libro que
estuviera leyendo se representaba, «literalmente» ante mis ojos.
Y uno de los cuentos, que siempre me hizo pensar es el de «El flautista de Hamelin». Ese ser
prodigioso que consiguió llevarse a todos los niños de una aldea detrás de él, al sonido de una
flauta, en castigo a unos padres que no pagaron su trabajo de arrastrar a todas las ratas del
poblado hacia su ahogamiento en el río…
Dijo el clásico que la patria es nuestra infancia. Si ello es cierto, nos hemos convertido en lo que
aquellos niños comenzamos a ser: curiosos, atormentados, felices, idealistas…Somos lo que nos
enseñaron, de palabra y de obra. Hábilmente aleccionados por todos cuantos ejercieron su
influencia sobre nosotros.
Los gitanos, pueblo sabio y ancestral, explican a quienes quieren escucharlos que no necesitan
hijos con buenos principios…reconociendo pues, el valor de la experiencia. La posibilidad de
enmienda. La importancia de la educación (de la vida, pero educación a la postre).
Ha nevado estos días de atrás en algunos lugares del país y escribe una amiga del facebook que
ha bajado a la calle a la una de la madrugada para jugar en la nieve con su hijo pequeño. Atónita
me quedo. A esa hora, dirían nuestras madres, los peques duermen y los papás se han recogido.
Pero esto es lo que hay en nuestro mundo prodigioso. Y hemos de reconocer que en cada uno de
nosotros bullen dos almas, en algunos momentos perfectamente a la contra. Con atracción del
abismo. O al menos de llevar la contraria a todos y a todo.
Como en las organizaciones políticas o en los grupos humanos. La llamada cultura de doscientos
años de historia. Hay quien se empeña en pensar que los líderes se construyen y destruyen a
golpe de elección congresual. Que los votos hacen al hombre, o a la mujer, influyentes. Si así es
desde el punto formal, no lo es desde la realidad del día a día, donde la libertad de cada uno
pugna continuamente con la hipotética disciplina de una organización (sobre todo cuando no hay
pautas de funcionamiento claras, cuando lo bien o mal hecho reciben idéntico trato, cuando
cualquiera puede pensar que no necesita la aprobación del jefe directo, estando en contacto con
el Mayor de turno…Es como si se creyese que el amor surge y se mantiene el día del «si quiero»
público. Y que no hace falta alimentarlo cada rato…
Según interesa, algunos juegan a la radicalidad en las dos direcciones: maximizando la
creatividad o el talento, o minimizándolos como si de un texto escrito en una pantalla de ordenador
se tratara.
Pero no funciona. Quien tuvo, retuvo, retiene. Guarda agenda, tiene contactos, mantiene las
«pulsiones», y sobre todo si acreditó talento, inteligencia o astucia, sigue disponiendo de ellos, mal
que les pese a algunos de los que llegaron después.
Ya es hora de dejar de hacer aspavientos de ursulinas, ante cualquier situación no prevista,
mohines de muchachas románticas. La vida no es un camino perfectamente trazado con macetas
de colores a los lados.Y nadie arrastra detrás de si a otros si estos no se dejan llevar. Porque
pocos creyentes les quedan a los cuentos de hadas. Espabilemos, pues, madurando.
Aprendamos de la historia, de lo que otros hicieron, de sus virtudes y nunca de sus defectos.