Digital Extremadura
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Igual que la alegría aparece como una mariposa revoloteando en primavera, la tristeza va creciendo, a veces, como una enredadera espinosa desde los pies hasta mi cabeza. Escuchar noticias malas, dolorosas o tristes hace que en mi cuerpo se remuevan las tripas y en mi cabeza la conciencia de saberme parte de un mundo cruel y de grandes desigualdades, de un mundo muy falto de empatía, respeto y caridad humana…

 

Que un niño de trece años mate a su maestro, que un niño de cualquier parte del mundo empuñe un arma, que haya niños haciendo guerras me hace pensar mucho y preguntarme en qué Mundo estamos viviendo, y cuánto significado tiene la frase de Plauto, “El hombre es un lobo para el hombre”.

 

¿Qué nos pasa y qué estamos haciendo mal?, preguntas que se quedan  en el limbo y que parecen no tener una respuesta convincente o conveniente…

 

Las armas…, me dan miedo las armas, las odio porque odio la violencia, porque me duele saberme abatida en una terrible costumbre de vivirla a diario, da igual si es cercana o lejana, ni de qué parte del mundo venga… Me dan miedo, y me dan miedo los hombres que empuñan armas hablando de Libertad y de Paz. Pero si hay algo que me aterra verdaderamente y me muerde el alma, es saber que un Niño empuña un arma, que un Niño hace una guerra, mata y muere por símbolos, religiones y banderas…, se me encojen las entrañas escuchar noticias donde los Niños son protagonistas de tan crueles acciones. No me gustan las armas ni quienes las defienden, ni quienes las justifican, porque no se llega a la Paz con una guerra, no se puede hablar de Libertad con un arma en la mano y con el uso de ellas, son antónimas estas palabras y nunca, nunca podrán ir de la mano…

 

¿Cómo llega un niño, que apenas ha vivido, a tener un odio tal a su prójimo que es capaz de inventar un arma o hacerse de ella y acabar con su vida? Ante semejantes hechos, el horror cobra forma y nos llevamos las manos a la cabeza, nos desesperamos en intentar comprender y achacamos a enfermedades mentales actos que se nos escapan de las manos. Actos que realmente son causa de estudios por los profesionales y que llegado el caso etiquetaremos como enfermedades mentales encubiertas y que un proceso desencadenante saca a la luz y nos sume, a la sociedad, en la más grande de las tristezas, por la muerte de esa persona y una triste ternura hacia ese niño, porque no deja de ser un niño, un niño que ha matado a otra persona…

 

Puede ser incompresible, pero desde la base en que ese niño vive en un círculo viciado y permisivo ante la tenencia de esas armas, ¿cómo vamos a explicar entonces que sólo él tiene la culpa o si es por una enfermedad mental? ¿Qué padres, en su sano juicio, dejan a sus hijos tener el cuarto lleno de armas?

 

Ante esto o ante cualquier caso de violencia, sea cual fuere, tendremos que examinarnos detenidamente, desde nuestros hogares, cómo estamos educando a nuestros hijos, qué valores les estamos inculcando, porque nuestros hijos, aunque no lo creamos a menudo, son el reflejo de lo que nosotros somos, y es muy triste dejarles como herencia el odio, el rechazo, el racismo…, hacia los demás.

 


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