Digital Extremadura

ADIOS, 16, BIENVENIDO, 17.

OPINIÓN
Comparte en redes sociales

Están en mi cerebro, esas páginas sepias de la memoria cautiva, urdimbre compleja de mis células, misterio del cerebro y, por qué no, también en mis retinas, pasajes de un tiempo ido, color sepia de viejas estampas, años ha, que mis ojos observarían cómo se desprendían las hojas de los árboles, las últimas de un otoño, el último adiós, en las orillas del río Duero, donde dejan, junto al río, una herencia generosa – “hojas del árbol caídas / juguetes del viento son- hijas de esos chopos, enhiestos y centinelas tatuados de amores en la arboleda, que me siento hipnotizado por la mansedumbre del río, canción de cuna que suena a cancionero medieval.  

 

Naturalmente que dejo la retina sobre el agua y quizás me diga adiós, un adiós de viejo corazón, seducido por cuanto veo, que es instante, adiós y con Dios, la copla manriqueña de nuestras vidas, algo de sombra donde proyectas tu cuerpo, el reloj que lleva tu vida anidada en la muñeca y el recuerdo en el arcón misterioso de la memoria, ahora que he visto la plaza y las calles del viejo Almazán o la ermita soriana de San Saturio, donde dejaría mis pasos, las mozas que grabarían, con amores, tantos corazones, que Platón definiría como “la segunda navegación; serena y hermosa”. O quizás  recuerdes el maestro joven, que jugaba con el balón y ahora lo veo, tras una larga ausencia, conectado al oxígeno…

 

…, el color sepia de instantes y figuras en el hondón misterioso de las horas transcurridas, las sombras de tu figura proyectadas en una pared, o a lo largo de la calle, donde reposan tus pisadas y el número – el 41 – de tus zapatillas. Todo ha cambiado ante la mirada sepia de tus ojos, la belleza convulsa de la muchacha que alteraría el ritmo de tu corazón, el mismo reloj que te mira o lo miras y está igual, ahora no te espera la clase dura del maestro, pero sigue igual, que cuando venía un relojero disfrazado de “fangio”, la relojería en la cacereña calle de Pintores, junto a Jamec. Era Capdeville – ¿ verdad Julián Manzano? – en un misterioso bólido a darle cuerda – al reloj, claro -, que recuerdo y ha llovido, ¡vaya si ha llovido desde entonces! Olía a café el casino sencillo de mi aldea Palumba – Palomero – , y no sé si le daría cuerda al reloj de Villanueva de la Sierra.

 

Todo ello me sabe a cuento, a tiempo ido y recobrado, viejos y viejas, sentaditas en sencillas sillas de enea, recogiendo los últimos rayos de la tarde, retinas al sol que, lenta, calladamente, nos decía adiós en el horizonte de la Sierra de Dios Padre, Villanueva de la Sierra, al otro lado, la inmensa moneda del Sol cayendo en la hucha de la noche. Con él se iban mis sueños, camino de Portugal, mientras las viejecitas, enlutadas de posguerra, suspiraban por el hijo perdido en la batalla y se escuchaban suspiros en las casas.

 

Sí, la noche se haría eterna y ¿quién pensaría que el tiempo es un bien del que está hecha la vida?. Y si malgastas unas horas de tu tiempo, no has descubierto ese misterio, “reloj no marques las horas…”. Cántalo.. Y si se lo preguntáramos a San Agustín, nos diría que “no sabría cómo hacerlo.” Y es, como la vida, lo único que nos pertenece. A veces, abría mis manos y no “confundiría”- yo que cogía el agua con mis manos -, pero no el tiempo. ¡Oh, el tiempo y su misterio! Unos minutos, cinco, por ejemplo, bastan para soñar toda una vida; así de relativo es el tiempo. Hasta al mismo Napoleón lo afirmaba…

 

Ahora que nos rige el año de gracia de 2017, un velo escatológico, una deslumbrante estampa de soles ardientes, de estrellas fugaces, de calendarios que se han caído en el buzón del olvido, acentúan su misterio, en la noche clara, luna lunera, lorquiana, no malgastes lo que llamamos tiempo, el del crono, porque es una joya. Hasta Shakespeare lo “aprovechaba”… “No lo malgastes  – afirmaba -; ahora el me malgasta a mí”.

 

Aún tengo el eco de las doce campanadas y observo el ritual, las uvas sin ira, al compás misterioso de las campanadas, pero estoy en el límite de lo escatológico, cuando escucho las notas de tu canción Lucho Gatica…, que pedías al reloj que no marcara las horas, ¡que ya es pedir!. Desde el misterio del tiempo y, a través de la magia de este digital, cuando se ha caído la última nota de mi calendario, a cuantos lean estas líneas, paz y bien.

 

 


Comparte en redes sociales

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *