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Cáceres, Capital Europea de la Cultura 

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Con motivo de la visita a la ciudad de los Ministros de Cultura de la Unión Europea, los medios se han hecho eco de la idea de volver a presentarla al título de Capital Europea de la Cultura en el año 2031. En mi entender, el asunto tiene pros y contras. Como todo en la vida. Intentaré explicarme, aunque un artículo sea insuficiente para hacerlo.

Dicen algunos de los consultados que debe aprovecharse cuanto se hizo (y fue mucho) hace trece, catorce años con el mismo fin, cuando no pudo alcanzarse el objetivo, debido más a circunstancias exteriores que al propio proyecto presentado. Pero así son las cosas cuando se acuerda aceptar unas reglas establecidas a priori, y sin posibilidad de reclamación.

El título lo concede un jurado formado por personas, se supone, entendidas en aquello para lo que han sido seleccionadas. El modo de actuación consiste en que la ciudad pretendiente presenta ante ellas, en un tiempo acotado, una anticipación o resumen del proyecto que se compromete a realizar, caso de ser la elegida. Se desconoce, al menos yo lo ignoro, la información que sobre las ciudades competidoras tienen, o alcanzan a tener, los miembros de dicho Jurado o Tribunal, si saben de sus circunstancias anteriores, su sitio dentro de un entorno determinado, si la han visitado para comprobar sus condiciones… y ciento y un matices imposibles de resumir en el escaso tiempo de la exposición de las propias virtudes.

Durante una etapa (más o menos larga, según cuando toman la decisión de presentarse a la convocatoria) las ciudades ultiman un proyecto y la ponen en posición de salida para la carrera. Buscando motivar y aleccionar a sus habitantes y a cuantos, por próximos, deseen participar en la prueba, con la meta de unos determinados objetivos. Una Comisión nombrada al efecto, dará cabida a las instituciones más influyentes y decisorias de la región en la que la ciudad está enclavada. Para ayudarla desde un punto de vista económico y sobre todo de creación y difusión de su importancia a favor de la culturalidad. Se trata de que cada habitante sea un verdadero agente difusor y promotor de la candidatura y para ello los comisionados no pueden comportarse como meros representantes burocráticos o simples tomadores de decisiones sobre los asuntos que otros les vayan colocando sobre la mesa.

Se precisan uno o varios patrocinadores que crean en el proyecto y lo proyecten con fuerza. De nada vale la poca, o mucha, contribución monetaria si no va acompañada de un interés verdadero por el logro del objetivo. Evidentemente, todo esto no garantizará el triunfo, pero si pondrá negro sobre blanco al territorio, mucho más que la mera exposición del patrimonio que el mismo tenga. Un lugar que (por serlo) debe mostrarse bastante más extenso que la ciudad aspirante en cuestión. La ayuda del entorno es necesaria, su interés y ausencia de “celos” también. No sería la primera vez en la que los vecinos cercanos entablen una oposición silenciosa a la pretendida aspiración de alguna de las localidades. En sitios donde es tan endeble el equilibrio de todas las partes, bajo el presupuesto y débil la unión, el ascenso de alguna de ellas es contemplada por otras como una amenaza cierta contra la que se debe pelear, aunque nada más sea haciendo un trabajo de brazos caídos. No se trata tanto de pedir (“denme una subvención para esto y aquello”) como de dar (ideas, entusiasmo, dinero para asuntos publicitarios, etc). No se trata tanto de poseer méritos como de saber venderlos dentro de los circuitos culturales y de relaciones (incluso políticas) existentes. Aún así, el triunfo no está asegurado y la ciudad aspirante puede ver pasar volando, por delante de sus ojos, la victoria, para ir a posarse sobre otra, incorporada al final del trayecto, sin necesidades culturales porque ya las tiene cubiertas. Dicen que así es la vida…

CARMEN HERAS PABLO, EX ALCALDESA DE CÁCERES 


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