ari
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Querida Ari: Bien sabes tú que no me olvido de ti ni un solo día. El tiempo vuela de forma desconsiderada y no nos da paz ni reposo. Ahora voy a ver si te resumo el aluvión de acontecimientos que nos congoja a unos y otros. De sobra sabes que con el otoño llega la temporada de caza. ¡De caza, Ari, que es lo que más te gustaba a ti! Y sabes también que aunque no te vean, cuando voy yo por ahí con la escopeta en las manos, tú caminas a mi lado o muy cerca.

Mal, amiga del alma. Las cosas van mal. La caza menor, que es lo nuestro, atraviesa tiempos sombríos. Hombre, algo ha criado la perdiz, pero las liebres brillan pero por su ausencia y escasez. Con decirte que he salido dos veces y en ambas me he colgado el bolo, tengo bastante. Ahora bien, lo que tú y yo sabemos: Se trata de estar en el monte con la escopeta en las manos. Y ya. El que lo entiende, lo entiende y no hace falta explicarlo. ¿De lo otro?

No me preguntes, querida Ari. De lo otro preferiría no contarte nada porque si se me desata la lengua, en este caso la pluma, me voy a encontrar con problemas. Pues no que dicen ahora que volverá la censura con todos aquellos que escriban fomentando el “odio”. Cruces me hago. No, si todavía vamos a echar de menos aquellos tiempos de los que tanto abominan hoy radios y televisiones, amén de eso que llaman “redes sociales”.

¿Choc? Tu amiguito corre mucho y mueve mucho terreno, pero tu sapiencia está aún por llegar. Ya te iré contando. ¿La epidemia? Un horror, Ari. Se comenta que nos van a encerrar en casa otra vez. ¡Dios nos libre! Te mando un abrazo enorme. Y saluda al maestro Delibes, que anda por ahí cazando en los prados celestiales. Dile que de él tampoco me olvido. Tuyo siempre. SCM


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