CATEDRAL
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Por  Susana Padilla García (profesora en CESUR).

Quizás pueda parecer sorprendente la concatenación de frases del título del artículo, pero no, no lo es, ya que, todo lo que tiene que ver con el ser humano, su historia, la conquista del medio, su progreso, la religión …, son elementos sustanciales de su estar y conocer el mundo que pisa.

No voy a hablar sobre las bondades o no, de la, o de las religiones como principio rector de las personas o como guía de sus comportamientos éticos y morales, tanto para sí, como para ellas en sociedad, ese acto de fe o entendimiento, lo dejo para la persona, está tan unido a cada una de ellas, a su propia historia que sería objeto de otra reflexión no de la que hoy quiero contar.

Tampoco voy a hablar de los actos de intolerancia de las religiones cuando son usadas como elementos de control social o moral de muchos en beneficio de unos privilegiados, tampoco de los crímenes, guerras o actos deplorables en nombre de cada uno de sus dioses, ese tipo de actos son repudiables sean en nombre del dios o de la religión que sean.

Quiero hoy hablar de la ósmosis, ¿perdón?, ¿de la ósmosis?, sí, justo de ello. No sobre como las partículas de un disolvente se mueven a través de una membrana, me refiero a otra ósmosis, a aquella, en la que, el fenómeno del pensamiento religioso en contacto con la sociedad se diluye en ella y acaba ofreciendo belleza, emoción y cultura a la sociedad en la que se inserta.

No podemos ser ajenos al tránsito de los relatos religiosos que naciendo en las entrañas de Mesopotamia se expanden hacia el norte, llegan al Mediterráneo y desde allí, en contacto con otras culturas a modo de mancha de aceite impregnaron el mapa de oriente y occidente, dando como resultado la aparición de religiones herederas en gran medida de relatos previos, para acabar formando y conformando parte de la memoria colectiva, y oye, ya que vivimos en occidente, hablemos sobre  la influencia  de la tradición judeocristiana y como en gran medida ha conformado nuestra sociedad, nuestra cultura.

moises

Gracias a ese “proceso de osmosis”, hoy podemos sentirnos sobrecogidos por la paz interior que se respira en una abadía, del silencio roto por el sonido de la propia naturaleza al pasear dentro de sus claustros; el estremecimiento por la exaltación de la luz filtrada a través de grandes ventanales en el interior de una catedral gótica; de la belleza de las esculturas del renacimiento o el barroco, producto, perdón, de “animales” como Bernini, M.A. Buonarroti; las pinturas de Da Vinci, Rembrandt, Veronese, Rafael; la paz en la que te sumerge el canto gregoriano o la voz unísona de una escolanía, la música de Händel o Mozart cuando su talento nos entronca con las emociones escondidas en el interior de nuestra alma; la influencia en el pensamiento de occidente de filósofos como Santo Tomas de Aquino, San Francisco de Asís, San Isidoro de Sevilla; la poesía mística, erótica y sensual de San Juan de la Cruz, el abismamiento de Santa Teresa de Jesús.

No podemos circunscribir la enseñanza de la religión, sobre todo en bachillerato, donde el currículo pauta el estudio de otras  religiones a un fenómeno de pura espiritualidad del yo con un ser supremo, no, la religión y su historia está unida tanto a hechos de presente como de pasado, el obviarlo es pegar una patada en el culo a la cultura de toda una sociedad, me niego a pensar que la sociedad se aparte de este aporte tan sustancial de su propia entraña, entender que, el suprimir ciertas horas de religión en Bachillerato es condenar a los alumnos a la ignorancia del conocimiento mas profundo de nuestra cultura y de las distintas culturas, tan necesarias en el mundo globalizado en el que hoy les ha tocado vivir, conocer el Islán y los pilares que lo sustentan, el hinduismo y Las Vedas, la filosofía del budismo o de las sectas …, estamos obligados como docentes a formar personas en toda la extensión de la palabra para hacer de nuestra sociedad un mundo vivible.

Quiero terminar proponiéndoos la lectura de un artículo de Ernesto Cardenal expuesto en su intervención en la inauguración de la Semana de Autor, en la Casa de las Américas, lleva por título “Somos polvo de estrellas” (fácil de localizar en Internet), en él aúna ciencia y espíritu y sobre todo algo que nos es común a nuestra cultura judeocristiana, curiosidad por saber, preguntas y falta de respuestas, preguntas y porqués, razón y conocimiento. El artículo es de una belleza en el fondo y la forma que debería ser leído “y reflexionado” en los colegios entre los alumnos, desde las ciencias puras hasta humanidades.

 

 

 


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