coronavirus 4
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El pasado mes de abril el presidente Monago acusó al gobierno de estar dando falsas cifras de fallecidos por coronavirus y la Junta no tardó en salir a pedir que rectificara sus declaraciones a través de la Consejera de Igualdad y portavoz del gobierno extremeño.

La VERDAD es el derecho individual a no ser manipulados con la engañifa del Sanchismo y el silencio cómplice de Vara. La denuncia no pretendía poner en evidencia al gobierno, porque el gobierno se basta para hacerlo por sí mismo a diario, esta afirmación sobre el número de fallecidos lo que ponía en evidencia es la perversión del manejo de los datos para tapar la gestión nefasta de una crisis que nos sitúa en el tercer país del mundo con más víctimas mortales por cada cien mil de habitantes en esta pandemia.

La denuncia de Monago reivindicaba también el derecho de los ciudadanos a que no se les oculte la realidad. Instalarse en el engaño no es la mejor forma de afrontar el problema, porque no reconocer los datos es el primer escollo para buscar soluciones y ofrecer respuestas a las familias. Miles de familias que a su dolor deben sumar la incertidumbre del motivo por el cual se han visto privados de sus seres queridos sin ni si quiera poder despedirse de ellos y, en muchos casos, sin poder ofrecerles un último adiós acompañados, arropados por quienes hubieran querido consolar y ser consolados.

Es desolador sumar al dolor la mentira, y sólo alguien valiente podía alzar la voz ante semejante aberración.

Meses más tarde parece que hasta nos hubiéramos acostumbrado a que los muertos sean cifras y hasta ha perdido intensidad el dato real. Poco a poco hemos pasado de tener un sentimiento de solidaridad y de conciencia colectiva para luchar juntos frente a un enemigo común, a comer delante de nuestro televisor escuchando cuántos españoles han muerto hoy.

Es esa capacidad que desarrollamos para no inmutarnos ante una situación en el fondo tan cruel y sostenida en el tiempo. Cuando el Covid está provocando bajas humanas como si de una guerra se tratase en estos días, y sólo horas después de que el Ministerio de Sanidad  procediera a la actualización de los datos de muertes por coronavirus en España en 46.646 desde que comenzó la pandemia,  y el Instituto Nacional de Estadística (INE) ajustase la cifra y aclarara que sólo de enero a mayo se produjeron 45.684 fallecidos por Covid-19 o con sospecha de haber contraído la enfermedad, nadie parece sorprenderse ni alarmarse. Nadie clama porque se haya superado en 18.557 las personas a las que el departamento de Illa constató que habían perecido por el virus en los primeros cinco meses del año.

No son números. Son nuestros vecinos, nuestros amigos, nuestras familias, padres, madres, hijos, tíos, primos o compañeros de trabajo los que están detrás de esos malditos números.

Y no, nadie ha salido a pedir perdón a Monago, y lo que es peor, nadie lo va a hacer, porque la mentira se ha convertido en la mejor forma de confundir a la población, la manera de desviar la atención de lo esencial, es una impostura: meditada, buscada e instalada para desvirtuar la realidad.

Todo para ocultar que tenemos gobiernos que no gobiernan, como en Extremadura, gobiernos a los que nada les importa más que consolidarse como poder y, mientras la gente ya no sepa qué creer porque se niega sistemáticamente la verdad, se va tapando con la duda no sólo la muerte, sino el avance a un nuevo régimen que lejos de consolidar la libertad que tanto nos costó ganar, nos conduce por la mentira a un nuevo sistema, al Sanchismo.

En otros lugares del mundo se acuñaron regímenes con apellido, como el chavismo, silenciosamente, paso a paso, poco a poco,  y ello en un maniobrar con superchería, con el pretexto de salvar al país, cambiando el rumbo de la historia ante la pasividad y el silencio cómplice de muchos, pero con el valor de pocos que son capaces. Como Monago, capaz de no caer en la trampa y contar esta impostura, porque no sólo son las cifras, porque no sólo son las familias, es porque ahora los verdugos mandan y los que no callan son más necesarios que nunca. No son números es nuestra verdad.


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