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El libro de papel nunca va a desaparecer

CULTURAOPINIÓN
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Desde hace algunos años se viene poniendo de relieve en diarios y revistas  el problema de la posible desaparición del papel, por la “invasión” del sistema digital, tema que sigue candente y  parece necesario valorar en su justa media. Destacados periodistas se esfuerzan en mantener la importancia de escribir en un folio con un lápiz o pluma ante los nuevos “inventos” incluyendo la inteligencia artificial.

Desde el comienzo del mundo  habido un gran cambio en la forma de comunicación de los seres humanos. En principio los menajes se escribían en la arena. En Grecia se decidió confiarlos  al dios Hermes de pies alados que llevaba las noticias a las ciudades, de ahí proviene la hermenéutica que estudió el gran filósofo Dilthey, maestro de Ortega y Gasset. En la Edad Media se ingeniaron para utilizar las plumas de ave y mojarlas en un colorante hecho de frutas salvajes, más tarde apareció el papel y el lápiz como gran invento , luego llegaron las estilográficas que disponían de un sistema para acumular la tinta y por último, los bolígrafos que  fueron un avance que evitaba   los cambios de tinta. Un autor famoso dijo que “cuando el habla se encarnó en la escritura, alcanzó la  inmortalidad”. Frase que recoge la realidad, sin duda.

La máquina de escribir fue un nuevo descubrimiento, primero se fabricó de forma mecánica, más tarde apareció la eléctrica  y  por fin el ordenador , la conquista más destacable de la que ya casi nadie puede prescindir, escritores, periodistas, médicos, cualquier persona aunque sea muy mayor lo utiliza con soltura. A veces nos preguntamos cómo alguien puede trabajar sin él, no se conoce su mecanismo pero esa máquina puede escribir cualquier texto, guardar el contenido y rescatarlo al cabo del tiempo.

Con la digitalización se ha abierto un nuevo mundo   un    sistema que parece manejado por un demiurgo  instalado dentro del aparato y muy útil,  que corrige los errores y faltas de ortografía  de todo lo escrito, hasta  puede recuperarse lo mecanografiado con solo dar a un botón. Sin duda  este descubrimiento consigue que apenas se necesite el papel. Las comunicaciones se obtienen también a través de un correo electrónico, por un teléfono inalámbrico o por las  redes sociales, pero un libro impreso, un folio para escribir o la lectura de un diario siempre  va a estar en nuestras vidas.

En la actualidad  hasta las felicitaciones de Navidad van desapareciendo en sus clásicas  tarjetas. Un nuevo “ejecutor” controla lo escrito como un intermediario invisible y puede divulgarse con facilidad nuestro  pensamiento. A pesar de ello se ha comprobado la importancia del papel, con mil aplicaciones aunque también puede degradarse como es el caso del papel de envolver o los periódicos pasados de fecha que sirven para el embalaje.

El  filósofo francés Jaques Derrida en su obra  “el Papel Máquina”  mantuvo que el papel sigue teniendo un valor incalculable. Es estremecedor  el aforismo sobre el libro de papel que nos llena de emoción: “El libro es un Cerebro que habla. Cerrado,   un amigo que espera, Olvidado, un alma que perdona y Destruido, un corazón que llora”. No puede ser más perfecta esta conocida frase. Igualmente extraordinaria es la expresión de Lope de Vega: “Libros, quien os conoce y entiende ¿cómo puede llamarse desdichado?”

El papel  puede tener también  un  significado negativo en algunas situaciones. A la persona con poca importancia se le llama “tigre de papel”, para desacreditar a alguna cosa se dice  que es “papel mojado” o que solo existe “sobre el papel.” Pero lo cierto es que    sigue    teniendo gran poder en contratos,  en facturas  y en  las relaciones sociales. Por el contrario  se advierte igualmente   su parte  social negativa: se persigue a los “sin papeles”, las condenas se dan a conocer “mediante el papel” así como los documentos de identidad, las certificaciones académicas. En los casos de desconcierto se dice que se han perdido los papeles y  los errores son “hacer un papelón”, pero se extienden en papel los billetes del transporte, y las pruebas documentales que tienen que  presentarse en esta forma para su validez. Por ello  nunca desaparecerá.

Aunque  los libros se digitalicen, las bibliotecas  son un tesoro incalculable que se conserva para siempre. Sabemos la grandeza  de la  biblioteca de Alejandría que clasificó y ordenó Calímaco. Hoy tenemos  la del  Centro Pompidou,  de la Universidad de Coímbra, nuestra  Biblioteca Nacional, la Biblioteca de Extremadura y tantas otras que existen en pequeños pueblos, conservando un acervo cultural inconmensurable. Por otra parte sigue siendo muy general y placentero comprar   nuestro diario preferido y leer un libro escrito en  papel.

GUADALUPE MUÑOZ ÁLVAREZ


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