ARTICULO MAL
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En el mundo de hoy, tan secularizado y apartado de la fe, parece que esta realidad del mal sea contradictoria con la existencia de un Dios Creador, Bueno, Perfecto… cuánto más Padre.

En esta introducción del misterio del mal me gustaría señalar que reflexionar acerca de el implica reconocer que Dios existe. De no ser así, no habría mayor complicación que resignarse al mal como a cualquier otra realidad de este mundo. Realmente afrontar el mal como un problema es fruto de su aparente contradicción con Dios. Por tanto, ya al inicio se presupone un acto de fe, y veremos que encontrar el sentido al dilema solo puede ser igualmente desde la fe.

La contradicción en esencia viene de preguntarse por qué existe el mal si Dios es omnipotente y sumamente bueno. Ahora bien, si Dios es sumamente bueno, Él no puede ser el origen del mal, pero como dice santo Tomás de Aquino junto a otros filósofos, lo permite. Aquí debemos diferenciar de mano de Santo Tomás tres tipos de mal: el mal físico (una inundación o un terremoto), el mal moral o de culpa (el asesinato o un robo), y el mal de pena (la consecuencia del mal de culpa, como la cárcel).

¿Por qué Dios permite el mal? Dios, siendo infinitamente bueno, nos creó por amor. En su bondad no quiso hacernos meros esclavos, sino “a su imagen y semejanza”, el culmen de su Creación. La clave del amor de Dios al crearnos es el habernos dado libertad. Al hacernos libres nos demuestra que a pesar de saber que nuestra felicidad está en Él, quiere respetar nuestra voluntad, nuestra decisión y nuestro querer. Aún así, Él siempre tiende la mano al hombre: siempre invita, nunca obliga.

Es en el momento en el que Dios nos hace el inmenso don de la libertad cuando se abre la posibilidad del mal. No porque Dios lo quiera, sino porque por encima de todo nos ama y quiere respetar nuestra libertad. Dios decidió asumir el riesgo de que tuviésemos la posibilidad de escoger el mal porque hay mayor grandeza en extraer bienes mayores de él que en impedir que exista, pues con tal de evitar el sufrimiento, la pena, el dolor, etc. estaría coartando nuestra libertad.

Desgraciadamente, con el pecado original el hombre se dejó engañar por el Maligno y abrió las puertas a la desobediencia a Dios, al pecado en el mundo. A raíz de esta excomunión voluntaria del hombre respecto al plan de Dios brotaron los sufrimientos de la humanidad, entre ellos la muerte. Pero el sentido cristiano frente al mal no es desesperanzado, porque en Cristo Redentor vemos cómo el mismo Dios se hace hombre sin renunciar al sufrimiento. Getsemaní es la clara manifestación de cómo Dios transforma y purifica esa libertad humana para entregarse a la voluntad del Padre. En la Pasión cobra sentido el misterio del mal y del sufrimiento. Por eso el creyente ante la prueba nunca se encuentra solo, siempre puede asociarse al sufrimiento de Cristo en la cruz y así dar al dolor un sentido redentor, de colaboración con Cristo en salvar a los hombres.

Esta es la solución que encuentro yo al misterio del mal, el gran don de Dios al regalarnos la libertad y su inmenso amor al tratar de sacar de él bienes mayores. Volviendo a los tipos de mal según Santo Tomás de Aquino, realmente solo uno es absolutamente malo, precisamente el pecado. Sin embargo, un desastre natural simplemente es una consecuencia de las leyes naturales. Entendiéndolo dentro del plan de Dios, un terremoto es permitido para respetar el funcionamiento, pues si no fuera por el movimiento de las placas, el planeta podría explotar.

En el mal de pena se ve más claramente cómo puede ser permitido por Dios, ya sea por justicia en forma de castigo por un mal cometido, o por bondad a fin de educarnos y hacernos más santos; al fin y al cabo por un bien mayor.

Tengámoslo en cuenta en estos tiempos difíciles de pandemia. Es realmente esperanzador saber que nada escapa al cuidado amoroso de Dios nuestro Padre. Estamos en sus manos, y si nos regala un momento de dificultad, pensemos siempre en el gran bien que quiere sacar de ello.

El Escriba


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