chico ocaso
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¿Qué está pasando? ¿Se ha vuelto loco el mundo? Llevamos unos meses que nadie se hubiera imaginado jamás. Ya era difícil creer que en pleno siglo XXI, ya en el tercer milenio, una pandemia mundial iba a afectar tanto a la humanidad. Pero no estoy aquí para escribir las penas que no hemos dejado de leer desde marzo. No. Pongamos algo de perspectiva y liberémonos un poco del pensamiento convencional.

Empecemos por recordar que no es la primera gran catástrofe que afronta la humanidad, ni siquiera la mayor de ellas. Sin embargo, a pesar de todos los eslóganes o campañas alentadoras que no dejamos de encontrar, es evidente que entre nosotros reina un pesimismo inusual, un desconcierto que muchas veces llega a la desesperación, y tristemente esas campañas son una prueba de que esto es algo real.

No nos engañemos. Intentamos camuflar nuestras preocupaciones tras los problemas políticos o económicos que ha traído consigo la pandemia o incluso llegamos a excusar nuestra inconformidad con los pequeños malestares del día a día: que si las quedadas, las visitas a familiares, las celebraciones… Sin duda nos damos cuenta de estos pequeños aunque sustanciales cambios, pero ¿de verdad es eso lo que nos tiene la cabeza ocupada todo el día? ¿Es esto lo que nos hace totalmente incapaces de hablar de cualquier otra cosa en la cola de la panadería? No, no nos engañemos.

Hay miedo a hacer un poco de silencio, tampoco mucho, y analizar un poquito la situación, intentar profundizar. Los hombres y mujeres de hoy llenamos nuestras vidas y conversaciones de esos ruidos que realmente no forman parte de nosotros, de lo que verdaderamente llevamos dentro. ¡Lo que necesitamos en última y más profunda instancia no es una economía mejor, políticos con los que coincida o todas las comodidades que nos faltan! ¡Lo que necesitamos es un sentido!

Algo tan sencillo como saber qué hago aquí y a dónde me dirijo, un sentido sobre el que baso la felicidad de mi vida por encima de las circunstancias ¡esa es la clave! Si lo que te hace feliz va más allá de la situación, no se ve afectado por los acontecimientos, podrás ser feliz tanto compartiendo las alegrías con tus seres queridos como sufriendo las consecuencias de una pandemia.

Pero hay un problema, y es que el mundo ha querido desechar la idea de sostenerse sobre algo que esté por encima de él. Crea rechazo, la gente no lo entiende, o tienen una idea equivocada de ello. Si conocieran esta felicidad dejando por un momento los prejuicios de la historia de lado, otro gallo cantaría en sus vidas… En ellas no cambiaría prácticamente nada, pero a la vez cambiaría todo. Y es que los acontecimientos serían los mismos, pero la mirada con la que se verían sería completamente nueva. Pues bien, esta felicidad es la más antigua y la más nueva: se llama Dios.

Ya, sé que Dios parece que no tiene nada que decir ya en nuestra sociedad. Pero estamos atendiendo a cómo esta sociedad que se veía perfectamente autosuficiente se desmorona, y no me refiero económica o socialmente, sino en su interior, en su perspectiva, en su sentido. Es algo que una pandemia ha sacado a la luz pero que sin embargo era una herida de la sociedad desde hace años, hasta siglos. Hemos ido soltándonos de la mano de Dios, rechazando un enfoque más profundo de todo. Pero la mejor noticia no es que Dios nos aporta un argumento puramente del intelecto que actúa en nosotros a modo de inyección ante la problemática que podamos encontrar. ¡No! Dios afecta a toda la vida, saberte en sus manos te llena de una felicidad que hace que poco importen las dificultades, porque no las vives en soledad, en tu vida vuelve a haber un por qué.

Por eso hoy necesitamos a Dios más que nunca. Puede ser difícil, quizá sea necesario negarse un poco a uno mismo, abandonar prejuicios, testarudeces. Por eso inauguramos con este artículo nuestra sección de religión. Pero no se trata de combatir en el campo del pensamiento y mantenerte en una opinión a ultranza. Se trata de buscar la verdad ante todo, de ser feliz, y cuanto más cerca estemos de la verdad, tanto más felices seremos, y Dios no defrauda, ya que El es camino, verdad y vida (Jn 14, 6).


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