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Empezamos por la Solana. ¿Es el Zahurdón el límite de la de Enmedio y la de Abajo. Más o menos. Abajo del todo, Los Torrucos, dos promontorios roco- sos que se asoman al cauce del río. Difícil tránsito por los dos cerretes fra- gosos y hostiles. Más adelante, siempre hacia poniente, Moleón, otro cerro solitario, más amplio, tal vez menos fragoso, más gastado, organizado en una montonera de canchos amontonados…tiene algo misterioso, Moleón. Buen sitio para la eternidad.

Entre Moleón y propiamente el Cerro Gordo hay una vaguada enorme que sube hasta la “collá” del Cerro, que es un collado que hace el Camino de la Cumbre antes de morir a los pies mismos del famoso Cerro Gordo. Por el otro lado, por la Umbría, habíamos quedado en Barbaslargas, ese arroyo seco, tras el cual empieza la subida del cerro y siempre a la diestra, la umbría. Y es- tamos en el Cerro Gordo. No es un simple cerro, es todo un espacio, un mun- do, una geografía. Tiene su solana y su umbría, sus llanos y sus atalayas. En realidad son dos cerros: el Gordo y Malaseritas. ¿Qué no? Miren los mapas del I.G.C.: Malaseritas, malas eritas. ¿Y cuál primero, Malaseritas o Gordo

Dejemos ahora los interrogantes. Cerro Gordo para todos. A la caída, en el extremo occidental, donde ya no queda más que la inmensidad del agua, en esas profundidades, las huellas del pasado.

Nuestros antepasados, los del siglo XX, iban a sus labores agrarias al Cerro Gordo – se sembraba de garbanzos – y antes, mucho antes, las labores tenían tanta importancia que allí había, ahora sumergida, una era de piedra en la que trillaban las cosechas. Yo llegué a verla, y estando como estaría por allí cerca, no recuerdo los restos de la ermita de San Salvador, que la hubo con su cofradía, su día de devoción y todo aquello. No invento nada: lo dicen los libros que hay en el Archivo Diocesano y algo recogí en “La villa de Acehúche y su término”. En fin, huellas del pasado remoto.

 

 


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