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Dicha frase hay que tomarla acorde a la actual situación de la política en España, cuanto menos difusa, dada como está la gobernabilidad- dependiente de tantos factores y componendas – y la propia oposición, no digamos ya el también pesadísimo conflicto del denominado procés catalán, que no deja de ser una provocación continua por mor de las décadas de asentimiento que se han venido sucediendo a los cambalaches cometidos por la clase política mal llamada independentista.

» A mí que me disculpen pero algo malo está ocurriendo en este país. Hay muchos a los que les importan un bledo valores como la honestidad. Esto es una vergüenza.” –Juegos de Poder, Leo Zuckermann-. Y añado más: » Sería razonable que nuestros políticos situaran el valor de la honestidad por encima de la astucia», Jorge Luis Borges.

Estas dos citas vienen como anillo al dedo para indicar que se puede ser analfabeto y ser honesto, como titulado, egresado, graduado, catedrático o doctor y ser deshonesto. Otra cosa es ser buen o idóneo gestor y para tal función no todo quisque vale, como es notorio, simplemente con observar como se desarrolla la política, mediante el nombramiento de cargos y quienes los ostentan, en términos generales,  y sobre todo en casos evidentes, como así se nos demuestra. Eso de servirse de la política es un mal que erradicarlo costará generaciones, obviamente.

La honestidad, según definición del Diccionario de la RAEL es  la cualidad de honesto. Por lo tanto, la palabra hace referencia a aquel que es decente, decoroso, recatado, pudoroso, razonable, justo, probo, recto u honrado, en otras palabras, la honestidad constituye una cualidad humana que consiste en comportarse y expresarse con sinceridad y coherencia, respetando los valores de la justicia y la verdad.

Dicho lo cual ¿para ser honesto, por tanto, hace falta tener un curriculum cuanto menos decente, sin másteres confusos o un ser no formado académicamente pero conocedor de la realidad actual y su propio entorno, y saber gestionar adecuadamente lo público para beneficio de la sociedad?

No mezclemos, pues, torticeramente los términos ni confundamos al personal, para llevarlos a nuestro peculiar e interesado terreno. Sigamos creyendo en la honestidad en política, se tenga un extraordinario curriculum o no, a pesar de como está de convulsa la situación actualmente en España con tanta utilización de determinados recovecos con tal de distraernos de los verdaderos problemas y sus posibles soluciones, que haberlas haylas pero llegar no llegan con tanto enredo, tanto discutido master y sobre todo, tanto deshonesto.

 

 


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