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La guerra cercana es cruel, la paz parece que está lejos

DESTACADAOPINIÓNPeriodismo humano
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En estos tiempos tan terribles en los que la guerra está presente con tan grandes y cercanos sufrimientos   a los que estamos asistiendo mediante reportajes rigurosos, es inevitable el estremecimiento  de todo ser humano, sangre, sudor y lágrimas, que no se acaban. En esta trágica situación viene bien recordar la gran obra del filósofo alemán Immanuel Kant: “hacia La Paz Perpetua”,  muy conocida,  en la que se expresó   de forma clara, proponiendo con racionalidad  una estructura mundial y un sistema de gobierno para que todos  los estados  del mundo pudieran conseguir  una paz permanente.

El título de su opúsculo, según algunos comentaristas, fue tomado de la obra del Abad de Saint Pierre que escribió un ensayo para una Confederación Europea llamando a la Paz con propuestas que llevaran a la concordia y la armonía  mientras intervenía como mediador  en el Tratado de Utrecht, pero no se sabe si Kant conocía esta obra y por tanto no parece posible  que tomara de ahí su título para su idea de paz. Otros estudiosos  han  mantenido que  la tomó   de un dibujo colocado en la pared de un hotel con  la imagen de un cementerio y  la  inscripción  que decía sobre una lápida: “esta es la paz perpetua”. Son relatos  no comprobados y  que  aportan  muy poco  al inmenso relato.

La obra del gran filósofo, autor del idealismo transcendental,  se publicó en 1795, poco después de la firma de la Paz de Basilea entre Francia y Prusia, momento histórico que se caracterizó por la quiebra de la unidad cristiana en Europa que culminó en las guerras de religión. El ensayo  ha sido expuesto durante años  para difundir lo extraordinario que sería conseguir una paz eterna  que evitara  terribles padecimientos a los seres humanos.

Se describen en este trabajo   los pasos considerados  necesarios, a juicio del filósofo, para obtener la paz eterna : en primer lugar  exigir que ningún Tratado  de Paz contenga una reserva  que pueda  promover una guerra futura ,la segunda  exigencia,  que ningún estado sea cedido a otro por medio de compra o donación, en tercer lugar  que los  estados se comprometan  a no inmiscuirse por la fuerza  en el gobierno de otro y por último firmar pactos en los que se consigne el derecho universal a la hospitalidad. Todos los Estados tienen que ser  libres y jamás  iniciar una guerra  ni un ataque  con  hostilidades  que imposibilite la reciproca confianza en la paz futura y en caso de comenzar una contienda, el compromiso de  proteger a la población para evitar dolorosas tragedias.

Los ejércitos deben desaparecer, aunque ese planteamiento es un desiderátum que, por ahora, no parece aceptable pues la configuración de los estados  convierte la realidad  en un mal necesario. Kant fue un idealista pero lo cierto es que  presentó  un  plan  más o menos plausible, para alcanzar la paz permanente.

Hay que recomendar a los Gobiernos que  busquen la razón y la justicia antes de iniciar ataques indiscriminados y letales para el conjunto de una población. En el  pasado siglo tuvieron lugar  dos terribles guerras mundiales que finalizaron con un número ingente de muertos y gran cantidad de heridos de gravedad, con incapacidades para toda la vida. Los gobernantes deben tener presente que nadie tiene que  utilizar  la violencia  con el fin de apoderarse de un territorio, idea que   es rechazada por la mayoría de los ciudadanos.

La obra es sublime  y teoría   tiene un profundo sentido político en estos días tan terribles, en los que miles de personas están sufriendo  efectos irreparables, muerte,  desaparición  y  agresiones inicuas  a niños y ancianos. El final se alarga. Parece difícil  que se acabe de inmediato pero no es imposible, hay que intentar la terminación de  la violencia  que tiene  el  único y perturbador  deseo de dominar al vencido  y extender el territorio propio. “La posesión del poder daña inevitablemente  el juicio de la razón” como  expresó el gran  filósofo.

Rousseau  se pronunció  de forma  más práctica, entendía  que la paz nunca podrá lograrse  sin una confederación  de todos los países europeos que se selle con procedimientos jurídicos. Parece ser una premonición  de la Unión Europea, plasmada en el Tratado de Roma que tanta  paz ha procurado.

 


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