Algunas veces, algunos partidos, movidos por la necesidad de producir “innovaciones” o
para aplacar deseos de la gente recién llegada ponen en ruta determinados sloganes que
luego se ven obligados a cumplir o a hacer como que cumplen. Uno de esos slogan es el
de la falta de “mochila”. Los candidatos a cualquier puesto exhiben como mérito, el no
tener “mochila”. “Mochila” es, para que nos entendamos, experiencia. No necesariamente
mala o escasa; simplemente experiencia.
En un momento de exaltación exagerada de la juventud como valor en sí misma, en un
momento de falta de expectativas para las generaciones más jóvenes, y de desfases sin
fin entre los principios fundamentales y primigenios de los partidos y las urgencias del día
a día, los astutos de la tribu, que tienen mucho de publicistas encubiertos, pusieron en
marcha la idea de la rotación, del intercambio de las personas sin distinción de currículo,
siempre y en cualquier lugar, “convencidos” de que la fama o la inercia de unas siglas
puede soportar cualquier cosa.
A lo mejor hasta tienen razón. Hoy la política se revela hoguera de vanidades antes que
nada y son muy pocos los que creen que sirve al interés general del pueblo al que va
dirigida. Más bien, se acepta como un mal menor, como algo inevitable que reduce el paro
y permite que administraciones obsoletas sigan manejando presupuestos. Otra cosa es
como los distribuyen.
Mientras se tenga a la gente de base distraída, ésta no pedirá otras cosas más costosas y
puesto que el número de los que no tienen currículo social es mayor que el de quienes lo
tienen, en las votaciones demócratas siempre ganarán los primeros. Y así, hasta se
puede alardear de generosos y avanzados.
Con lo que poco a poco se consigue llegar a una medianía por abajo, en la que pocos
pueden servir de referencia y mucho menos los que están en la punta de la pirámide pues
hasta es lógico que piensen que no tienen nada que aprender, habida cuenta de
encontrarse en los niveles más altos del sistema.
El otro día escribí una pregunta en facebook, que nadie se atrevió a contestar: “si hoy
viniese Pablo Iglesias (el fundador del Psoe) y pidiese encabezar alguna lista en el propio
partido, sería rechazado por tener ‘mochila’?”
Hasta ahí llega el absurdo de exhibir como mérito algo que en principio no tendría que
molestar a nadie y debería ser una variable más a la hora de seleccionar candidatos para
puestos políticos. Pero el miedo del hombre a su propia falta de seguridad es tal que se
auto impone reglas y más reglas en vez de endurecer la voluntad propia, el propio
sentimiento y la propia honestidad. Una pena, oigan, una pena.