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Le deseo lo mejor a Fernando Alonso

OPINIÓNDEPORTES
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Nunca he seguido demasiado la carrera de Fernando Alonso. Siempre me ha parecido
elitista en demasía con una carrera irregular, de la que se ha recalcado sus cambios de
patrocinadores, sus “peleas” con el coche. Pero puede que esta apreciación sea injusta,
puede que sus éxitos hayan sido verdaderos e importantes, no discutiré sobre ello. El
personaje público es sujeto de comentarios por doquier, no siempre afortunados. Lo sé de
sobra.

Hoy me detengo a hablar de su retirada, que algunos no ven como definitiva. Puede que
si lo sea. Hoy me detengo en la ceremonia del adiós, que copio de una noticia periodística
al principio de este artículo.

La “muerte profesional” simplifica mucho las cosas. A los enemigos. Cuando mi padre se
jubiló de lo que fuera su trabajo prioritario, la Administración les hizo un homenaje a todos
los jubilados de aquel año en la comida oficial del día de la patrona, la Virgen del Pilar y a
mi padre le confiaron la tarea de decir unas palabras en nombre de todos. Al hablar se
emocionó y mi madre dijo que iba a ser un mal retirado, dada su impaciencia y su
actividad, que hacían que durmiera poco y se levantara al alba.

Pero se equivocó. Afortunadamente. Mi padre organizó su día a día en parcelas, con
ocupaciones físicas y mentales y siguió cortando leña muy temprano para encender la
caldera de la calefacción en invierno, subiéndose en una alta escalera para coger la fruta
de sus árboles frutales y saliendo un rato todas las mañanas a visitar a sus clientes y
recoger el correo de su Apartado postal. Mantuvo ágiles el cuerpo y la inteligencia
mientras que la cruel enfermedad del olvido se lo permitió.

Toda despedida tiene su impronta, lo sabes después. Te das cuenta de ella cuando pasan
los discursos y apretones de manos. Los abrazos. Cuando recompones, o lo intentas, la
ocupación diaria y hasta los amigos. Dado que de éstos últimos se tienen pocos, es
preciso manejar otras claves y volver a construir los gestos y las costumbres.

En ocasiones no sabes que te están despidiendo, la intención que se oculta detrás de las
frases bonitas de un cariño simulado o de una deferencia. Es cuando pasan los días,
cuando percibes que te borraron de la agenda de las intenciones, de los propósitos. De
las listas. Y el desamor, esa falta de afectos, se hace plenamente visible entre todos.

Y se cuenta con otros. Más jóvenes. ¡Ah, esa cualidad tan perecedera! Tan súper valorada
y tan intrigante. Sin contrastar. Y empieza un nuevo capítulo de “Juego de Tronos”. Y lo
ves, sentados ante el televisor. Opinando. En tu casa.

 


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