guerra isarael gaza
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Dicen los medios, que solo la proximidad de las elecciones norteamericanas ha hecho que la Administración Biden presione a Netanyahu a favor de un alto el fuego en Gaza. Hasta llegar aquí, se han producido infinidad de muertes, de heridos, y el éxodo y el hambre de una población, cuyo único pecado ha sido vivir en un lugar al que aspiran otros.

Al inicio del conflicto, cuando los dirigentes israelíes aconsejaron a los palestinos marcharse de sus hogares si no querían morir, fuimos muchos los que pensamos que todo era una estrategia para deshacerse de ellos, al obligarles a abandonar un espacio que los que amenazaban siempre creyeron suyo. Y si nosotros, humildes mortales, lo vimos venir, mucho mejor debieron saberlo los mandamases de los grandes e importantes organismos creados por el mundo; todos ellos tienen (o debieran tener) una buena información y suficientes recursos humanos.

Y sin embargo, y a las pruebas me remito, sobrecoge su impotencia en la búsqueda de soluciones para un drama que se está desarrollando ante nuestros ojos con absoluta impunidad. La propuesta de la embajadora de EEUU ante la ONU en la dirección de parar la ofensiva de Israel ha sido recientemente vetada por Rusia y China.

Resulta paralizante y sobrecogedor que el mundo siempre necesite tener víctimas de manera tan insana. Como si le fuera necesario para sobrevivir sobre sus propias frustraciones. Y no aburrirse. Como en los relatos mil veces imaginados por la literatura (¿o es al revés?). Con los papeles repartidos. Para que nadie (nunca) se sienta completamente inocente. Ahí cercano, tenemos el ejemplo de la actual Princesa de Gales, obligada a salir en persona en un vídeo dando cuenta de su enfermedad. Con el objeto de que los tabloides y los que dicen no serlo, dejen de escribir barbaridades y la permitan cuidarse sin sobresaltos en un momento especialmente delicado de salud. La ferocidad con la que algunos medios la han atacado por no proporcionarles información, nunca será un verdadero periodismo.

Estoy con quienes dicen que nunca debiéramos generalizar y sí señalar a los desalmados para que cuando vuelvan a actuar de la misma manera (que lo harán por desgracia), puedan ser reconocidos en toda su crueldad y beligerancia. Afortunadamente  existen diferencias en la forma de actuar de las personas. Aún recuerdo como, en  circunstancias extremadamente complicadas para mí, un viejo político (de ideología contraria a la mía) me paró en la calle para decirme que en una reunión de partido, había levantado la voz en mi defensa (“no lo voy a permitir “) cuando una pandilla de ambiciosos jovenzuelos intentaron “hacer sangre” de mi persona, para medrar en su carrera política.

Porque de eso se trata. De lo que cada uno de nosotros está dispuesto (o no) a hacer para conseguir un territorio, un puesto, un modo de vida, una dignidad o un título de jefe. Y de si, para lograrlo, somos capaces (o no) de pasar por encima de lo qué sea, sin importarnos las víctimas dejadas por el camino, su dolor y sus circunstancias. Amigos, depredadores hay muchos. En todos los órdenes de la vida. Menos mal que para contrarrestarlos aún quedan algunos hombres y mujeres buenos. No duden que son estos últimos los que sostienen el mundo.


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