felipe y guerra

Los enfados de los viejos políticos 

DESTACADAESPAÑAOPINIÓN
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¿La gente “vieja” se enfada más por ser “vieja”?¿Se enfada porque tiene achaques?¿por celos mal curados de los que siguen en activo?¿porque ya no controlan las situaciones y desean seguir mandando?¿porque se aburren o se sienten inútiles?¿porque no quieren que se les olvide?¿por defensa del propio legado?¿por antiguas “batallas” personales?.

Yo sostengo que no, al menos desde mi propia experiencia. Pero el otro día, escuchando la frase condescendiente de un joven, me dio por pensarlo. ¿Y si es que sí, porque todo influye? Como dijo en una entrevista, Emilio Tuñón (64 años), el afamado arquitecto del Museo Helga de Alvear en Cáceres o el Museo de Arqueología de Zamora, en asuntos importantes conviene re interrogarnos. Él cuenta, que cuando su estudio hizo el primer proyecto del Hotel Atrio en la capital cacereña y éste suscitó tanto rechazo, la incredulidad que tal hecho les produjo dió paso a la pregunta “¿y si tuvieran razón?” Y eso fue el origen de su mejora.

Así que, es posible que algo de esto suceda con la apreciación de los demás hacia las opiniones de los viejos, aunque la clasificación de quien lo es (o no) sea ampliamente subjetiva. Cuando me vine a Cáceres, hace la friolera de 50 años, conocí a quienes entonces encarnaban la más pura representación de la ciudad en los campos académicos y culturales. Hace un par de mañanas me tropecé con una de esas personas, sentada en una silla de ruedas, pero afortunadamente viva. Me acerqué a saludarla y al preguntarle la edad (90 años) y hacerle una loa por lo bien que la encontraba, me respondió sonriente que nada que ver con la época en la que tenia mis años actuales y en lo joven que entonces se sentía.

Pero a lo que voy, sucede ahora que con las declaraciones públicas de Felipe González y Alfonso Guerra, contrarias (o eso parece) a la opinión más oficialista del Psoe sobre los asuntos de la amnistía y el procés, nadie (que yo sepa) ha contravenido sus argumentaciones de una manera rigurosa; ni los “benevolentes”, que han decidido descalificarlos con la tesis de que están muy mayores y desconocen, por tanto, el mundo actual y sus problemas, ni quienes, con mayor acritud, han pasado directamente al ataque y los descalifican, llamándolos carcas, corruptos y traidores.

Imposible poner de acuerdo a las partes. El cainismo dentro de los partidos y de la sociedad en la que trabajan, vuelve irresoluble un asunto tan serio para los “guardianes de las esencias”, siempre tan selectivos. “¡Al ‘paredón’!” -gritan los indignados- y uno entiende la existencia de la quema de libros y hasta de los tormentos inquisitoriales, llegado el caso. “¡Que se callen!” -vociferan otros- “su época pasó y ¡ya no tienen derecho a hablar, que se han creído!”.

Con lo fácil que resultaría, oigan, rebatir los argumentos políticos y jurídicos de esos dos viejos (y de quienes piensan igual a ellos) con otros argumentos del mismo tenor, si los hubiera. Darles la presunción (como la de la inocencia) de la duda, e indagar si acaso pueden (o no) tener razón; si su lógica, es lógica real de forma aséptica.

¿Que por  qué no lo hacen? A ustedes mismos seguro que se les ocurren las respuestas.


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