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«No se va un gran piloto, se va un campeón»

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No se va un gran piloto, se va un campeón

Jorge Lorenzo, en su debut con Yamaha en 2008.
Jorge Lorenzo, en su debut con Yamaha en 2008.

No es una frase cualquiera, es lo que le recordó Jorge Lorenzo a los directivos de Ducati cuando no renovó su contrato y le tildaban de «gran piloto»: «No soy un gran piloto, soy un campeón», fue su respuesta, que luego se tatuó en el casco. El orgullo, poco telegénico y muy desagradecido en el deporte de masas, siempre ha convertido en antihéroe a Jorge, pero es el mismo que le permitió lo imposible: destronar al mejor Rossi con su misma moto y en su equipo. De hecho, lo logró tres veces.

No es una frase cualquiera, es lo que le recordó Jorge Lorenzo a los directivos de Ducati cuando no renovó su contrato y le tildaban de «gran piloto»: «No soy un gran piloto, soy un campeón», fue su respuesta, que luego se tatuó en el casco. El orgullo, poco telegénico y muy desagradecido en el deporte de masas, siempre ha convertido en antihéroe a Jorge, pero es el mismo que le permitió lo imposible: destronar al mejor Rossi con su misma moto y en su equipo. De hecho, lo logró tres veces.

El mismo orgullo que le permitió salir del complicado entorno, a veces demasiado complicado para un crío, en el que se fue apoyando a lo largo de su carrera. En el que muchas decisiones las tomó sólo y sin envolver ante los medios. Siempre a porta gayola, a corazón abierto con todo.

Cada cual se quedará con la imagen que quiera del mallorquín, pero hasta el tsunami Márquez, era el mejor piloto español de todos los tiempos. Que es mucho decir. Muchos nos quedaremos con el chico de 14 años con el chupachups, voz seria y fan de Biaggi, cuando Rossi cortaba el bacalao, que ya había que echarle valor para decirlo siendo un renacuajo.

Con el valor de aguantar que tu compañero te levante un muro en el box, físico, para no compartir telemetría o puesta a punto. Para no tener que saludarte, vamos. Y cascarte tres mundiales contra el mejor.

El valor de irse a Ducati, bien pagado, cierto, pero con todo a perder, como hizo con Honda y Márquez. Sólo podía salir por orejas y hacerse daño, física y sentimentalmente. La última torta, y se levantó de muchas peores, ha sido definitiva.

Con ese, el de los cinco mundiales, 68 victorias, 69 poles y 152 podios, que básicamente se puede ir cuando le de la gana, aunque no sea en todo lo alto. Como si luego quiere volver. Como dice Jaime Alguersuari padre, «demasiado grande para vivir en la censura, demasiado bueno para terminar como malo, demasiada buena persona para no parecerlo».


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