El profesor Richard Rorty, gran pensador del siglo XX publicó hace tiempo un ensayo sobre la pobreza. Mantenía que no es fácil erradicarla a corto plazo. Su planteamiento filosófico se desprende de lo que llama “ética de la avaricia”, señalando que los países ricos no tienen intención de renunciar a sus privilegios para paliar las dificultades de los desfavorecidos de la tierra. Mantiene que no existen obligaciones morales universales.
Contra este planteamiento se derrotista debe recordarse que todo ser humano tiene derecho a la subsistencia, a vivir dignamente. Hay que promover la idea de que las Constituciones democráticas tendrían que incorporar ese derecho.
Los detractores alega que las Constituciones no tienen que concretar derechos en particular, su aplicación debe resolverse por la dinámica política democrática y la ejecución de proyectos que sirvan para resolver el grave problema del hambre sin dilaciones.
Realmente el sentido de la dignidad juega un papel importante, ya que la erradicación de la pobreza y el hambre, la exigencia de su protección implican un reconocimiento expreso: todo ser humano tiene que recibir una porción mínimamente justa de los bienes sociales que existen en la tierra.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación FAO celebra el 16 de octubre el Día Mundial para recordar los graves problemas y pedir solidaridad en la lucha contra la pobreza y el hambre y que hay que impulsar la ambiciosa meta de terminar con este sufrimiento en el año 2030.
Es cierto que cada caño se detecta mejoras en la lucha, los herbicidas controlados, el riego por goteo y contra los anunciados desastres maltusianos se intenta la producción del doble de los alimentos necesarios para los habitantes de la tierra.
Casi ochocientos millones de personas siguen pasando hambre ya sea puntual o crónica precisamente por la mala distribución de los alimentos. Algunos han señalado la desigualdad, unos pasan hambre mientras otros están sobrealimentados.
Todos conocemos las terribles estadísticas, más de 1.300 millones de personas viven con menos de 1 dólar al día, mientras que otra gran parte del mundo se libera de excedentes por la exageración de alimentos y la sobra de bienes materiales.
Es necesario y posible actuar con rigor para cambiar esa abominable situación. Cuesta creer que en la actualidad ,en este mundo tan tecnológico en que vivimos exista una cifra de pobreza tan elevada sobre todo si se comprueba que 20.000 niños mueren cada día por inanición y falta de asistencia médica, así como que cada minuto muere una mujer como consecuencia de complicaciones derivadas del embarazo y algo realmente estremecedor: 1.000 millones de personas viven en asentamientos precarios que divulgan con frecuencia los medios de comunicación y recibimos con absoluta indiferencia.
Un minuto de asombro y nada más. Actuar con rapidez debe ser la propuesta inmediata pues si no es así, el objetivo del Milenio de acabar con el hambre en el mundo y con la pobreza extrema, está muy lejos de cumplirse.
Para poder luchar hay que conocer bien sus orígenes y causas.
En esta Cumbre que se celebra en Madrid, se analizaran los más importantes: la esclavitud, las guerras las invasiones son algunas, aunque existen diferentes factores que contribuyen a convertir en crónica la situación que muchos padecen por la carencia extrema de recursos vitales.
No debe prevalecer la indiferencia que contrasta con la preocupación que se advierte por la gente de los países ricos cuando se producen catástrofes humanas y materiales que ocurren en estados cercanos, o más lejanos, como Haití en el terremoto de 2010, los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, los estragos del tsunami, en los que podemos ver la capacidad de reacción de los seres humanos.
Todos los ciudadanos se estremecen y colaboran con generosidad. Por tanto, no es tan difícil solucionar el problema del hambre y esto no es una simplificación.
Los territorios y zonas de conflicto podrían, deberían, beneficiarse de una ayuda global que resolviera no solo la falta de ingresos sino también el acceso a los derechos necesarios para poder disfrutar de un nivel de vida adecuado que se arreglaría con comida, trabajo, agua potable, vestidos, educación, salud, con el fin de acabar con la patente desigualdad del mundo. La indignación no es suficiente.
La Acción tiene que dirigirse a resolver la penosa situación de los que sufren y mueren en una interminable espera de ayuda. La Universidad Politécnica de Madrid ha precisado en un estudio para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medio ambientales, que debe haber, además, “un cambio de tendencia” en la dieta, más vegetales, mayor consumo de legumbres, frutos secos y verduras.
Hay que ponerlo en práctica lo antes posible. Debe aprovecharse esta reunión de tantos países para ponerlo de relieve y tomar medidas concretas. El hambre no puede esperar.
La autora es Académica Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación