Digital Extremadura
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En una recóndita aldea extremeña vivía una pareja octogenaria, Leo y Juani. Como cada noche, procedían a ingerir un magnífico caldo, fabricado en Sabadell, envasado en un brik azul que adquirían en la tienda del pueblo, el cual aderezaban con un poquito de pan migado, chorrito de aceite y rama de perejil.

 

El caldo sobrante era depositado por la señora Juani en un cubo de hojalata alargado de color gris que colocaba en los escalones de la puerta.

 

Allí, como cada noche acuciado por el hambre, ante la presencia del reconocible cubo gris y ante el inconfundible olor, acudía Fredy, un gato desvalido, maullador, pero sobre todo, desconfiado.

 

Fredy, en sus primeros días de vida, acostumbraba a comer de un recipiente azul en la calle. Un día, unos desalmados le introdujeron veneno en ese recipiente. El pobre gato estuvo a punto de agotar las vidas que poseía en aquel fatídico día. Quedó en su memoria aquella imagen del recipiente azul envenenado.

 

Una noche, Juani no localizaba el cubo que acostumbraba a poner de comida a Fredy, tuvo que verter el caldo favorito del misino en un cubo color celeste. Al dejar el mismo en el rellano, Fredy desde la distancia lo observó, desprendía el mismo olor característico de su caldo preferido, pero la incertidumbre le acechó y rehusó acercarse a comer. Sus recuerdos pasados le acuciaban. Aquel color azul le producía rechazo. La señora inmediatamente vertió el caldo en otro recipiente blanco, procediendo Fredy a comer su sopa de todas las noches.

 

Mientras tanto, Leo escuchaba en la radio el problema institucional catalán, no comprendiendo la pretensión de los gobernantes catalanes. Tanta era su ira, que comentó a su mujer que a partir de mañana no consumirían más productos catalanes.

 

Que su cena favorita, contenida en el brik azul procedente de Sabadell no volvería a ser degustada en aquella casa.

 

Leo había actuado como Fredy, despreciando aquel recipiente azul simplemente por su origen y no importándole que su alimento favorito estuviere depositado en aquel brik celeste.

 

No seamos viscerales y, en nuestra condición de consumidores, sigamos comprando aquellos productos que tanto nos gustan, debemos tomar en consideración el precio y la calidad del alimento, pero no otras circunstancias como la procedencia del mismo. No debemos alterar nuestros hábitos alimentarios por el origen del producto.

 

No seamos ni Leos ni Fredys. Consumamos ese caldo sabroso de Sabadell. Seamos consumidores responsables.


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Un comentario

  1. Supongo que también habrá oido hablar de la solidaridad, esa que los caialanes no desean tener con Extremadura, ni con Andalucía, a ambas las acusan de llenas de vagos que viven gracias a los impuestos de catalanes, así que ya sabeis, además de llevarse a vuestros hijos porque ahí no encontraban trabajo, les han adoctrinado para que os odien, además de insultaros no desean formar parte del mismo estado que hace que unos vivan con los impuestos de otros, lo que es solidaridad interterritorial. Vais a llorar porque no os van a comprar el tomate para las pizzas, pues hacerla vosotros, que ímpetu y güe… os sobran, al aluminio para hacer brick, pues hacerlo vosotros ahí, si habeis sido capaces de conquistar media América y hacer un riquísimo «cava extremeño», que se jo… esos insolidarios, «VOSOTROS LO VALEIS».

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