Digital Extremadura
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La última barrabasada acontecida en nuestras líneas férreas ha sido que un convoy que tenía que llegar hasta Madrid se ha visto obligado a detenerse en Fuenlabrada al quedarse sin gasóleo la locomotora. Increíble, pero cierto.

Un día antes otro tren, según la fotografía que ilustra el incidente un Talgo, que de acuerdo con Renfe y los dirigentes extremeños iba a ser nuestra salvación, se ha quedado parado en mitad del campo entre las estaciones de Torrijos y Montearagón por una avería en la unidad motriz. Más de 100 pasajeros tirados durante horas sin explicaciones más allá de la consabida sobre que se había producido una avería, lo cual era evidente.

Dados estos frecuentes incidentes hace tiempo que procuro usar lo menos posible el tren desde o hasta Cáceres que es la ciudad donde resido, aunque alguna vez por conveniencia de horario lo he utilizado en los últimos tiempos. Prefiero el servicio exprés de autobuses de Avanzabus (Auto Res) que es cómodo y bastante puntual.

Y es que el uso de los trenes que transitan por Extremadura se ha convertido en una aventura no exenta de riesgos. Retrasos notables es lo más liviano que le puede ocurrir al pasajero. En estos arriesgados viajes puede suceder de todo: frecuentes averías como la del Talgo en mitad del campo que dejan tirados a los viajeros, quienes para alcanzar el autobús que viene a rescatarles, el cual tarda dos horas en presentarse, han de peregrinar campo a través acarreando sus equipajes para alcanzar la salvación. En verano este espectáculo puede tener lugar con una temperatura de 40 ºC a la sombra. Ni les cuento los grados que hace al sol.

También se dan incendios en el convoy con salida apresurada de los viajeros y sus equipajes, averías en las puertas y en el aire acondicionado o paradas eternas por arrollamientos de personas. En fin un cúmulo de incidentes que afortunadamente hasta ahora no se han sustanciado en un accidente grave con víctimas.

Este calvario ferroviario lo venimos padeciendo los extremeños desde hace un montón de años, sin que nuestros políticos tomen alguna medida drástica para solucionar el problema. ¿A alguna lumbrera se le ha ocurrido la idea de que los diputados socialistas ahora y lo populares antes, rompan en el Congreso la disciplina de voto hasta conseguir un trato digno a Extremadura? Pero no hay agallas. Se está muy bien en la poltrona.

A los extremeños se nos toma el pelo con los trenes y se escatiman inversiones de tal modo que en el primer semestre de 2018, sólo se ha ejecutado el 18 % de las cantidades previstas en la mejora de la línea férrea, sin que nadie diga esta boca es mía por parte de la Junta de Extremadura.

Al mismo tiempo el dialogante Pedro Sánchez además de 1.400 millones ya concedidos a los catalanes para infraestructuras, les regala otros 2.200 millones para que le aprueben unos presupuestos que le permitan seguir amarrado al sillón que mece Podemos. Esta millonada la utilizarán los independentistas para continuar financiando el “procés” que acabara en la independencia de Cataluña si antes alguien con valentía no corta con la aplicación de la ley este movimiento ilegal y mete en el “talego” a los organizadores de antes y de ahora.

Esos fondos que se van a Cataluña, merced a la presión independentista, minorarán sin duda los que se deberían aplicar a las líneas ferroviarias de Extremadura, para conseguir que de una vez por todas dejemos de ser una isla incomunicada por tren. Que por cierto es el medio más energéticamente eficiente de todos. Ahora que estamos en la economía verde y circular que tanto les gusta a nuestros dirigentes debieran apelar a ella como una razón más para conseguirlo.

Pero los despropósitos de nuestro tren seguirán produciéndose. Si acaso la consejera del ramo y el presidente, que son buena gente a nivel personal, al día siguiente de los incidentes saldrán a la palestra amenazando con las penas del infierno a Renfe y a Adif. Y estos hasta cesarán a algún responsable intermedio como acaba de suceder. Pero no pasará de ahí. Al tercer día volverá a ocurrir una avería, incendio u otro descalabro. Como diría Julio Iglesias: la vida sigue igual.

Entretanto Extremadura continúa hundiéndose en la miseria disfrutando de la renta disponible per cápita más reducida de España, lo que se traduce en que más del 40 % de los extremeños se encuentra en riesgo de pobreza. Además tenemos la tasa de paro más alta del país y estamos perdiendo población a chorros. De esta diáspora forman parte nuestros jóvenes con talento que emigran para no volver por estos lares que les vieron nacer.

Sin industrialización a la vista, la única ocurrencia de la Junta de Extremadura es solicitar programas de empleo que son pan para hoy y hambre para mañana y que no resuelven el problema. En su lugar se habrían de exigir unas infraestructuras de comunicación ferroviaria suficientes que permitan desarrollar nuestra agricultura, favorecer la industrialización para crear puestos de trabajo y atraer turistas que visiten nuestra bella tierra.

Como en el último episodio ocurrido con el tren, Extremadura se ha quedado sin gasóleo. Y estamos parados.


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