Digital Extremadura
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Dos ejemplos sangrantes: combatimos la ludopatía que es causa de tantas desgracias, y sin embargo, abrimos negocios, aceptamos publicidad de la misma, incluso esos deportistas que luego donan tiempo y dinero a causas benéficas, anuncian webs de juegos. Inconcebible. Y peor, nos llenamos la boca de leyes contra la violencia hacia la mujer, contra el maltrato familiar y, sin embargo, aquellos que deben velar por la víctima se convierten en verdugos al tratarlas peor que si fueran delincuentes. Pero de eso no hablamos, lo nuestro es comentar las declaraciones de un insustancial como Puigdemont o una pelea de gallos como la que se producen entre los cabeza de la izquierda y de la derecha.

La justicia debería ser el garante de las víctimas, sin embargo cuántas mujeres que sufren acoso, violación y maltrato se niegan a denunciar por miedo a ser tratadas como delincuentes. A oír que quizás ellas tuvieran la culpa, a ser vilipendiadas por un juez, un fiscal, un abogado… juzgados que son peor que un descampado, situaciones que remiten de nuevo al abuso ya que, aceptando que verdaderamente hay asociaciones y miembros de la judicatura sensibles al problema y capaces de hacer decentemente su trabajo, la víctima se siente de nuevo violada y agredida. Pero claro, todo esto no le interesa a la opinión pública, forma parte de nuestro acervo de abuso, de maldad congénita, de burla hacia el débil. De ahí el hecho de que muchas víctimas se nieguen a denunciar, y luego llegue la muerte, el acto violento que revienta el silencio, la dejadez del entorno… y entonces con una estadística o con un minuto de repulsa lo resolvemos.

Educación, empatía, aplicación de la norma, voluntad política de educar a quien debería ser solidario con la víctima solo por el mero hecho de serlo. Algo no funciona, alguien debería tomar medidas, sin embargo, estamos muy ocupados riéndoles las gracias a estos políticos de primera fila y cuarta división que se enzarzan en una dialéctica zafia y grosera en vez de resolver los problemas. A mí no me importa una reprobación, por importarme hasta me importa poco una tesis nefasta, o una ministra bronca y cuestionable, lo que me importa es que se resuelva lo que está mal, y decididamente, tenemos un problema si al ciudadano de a pie le cuesta ir a denunciar un hecho reprobable por miedo a sentirse acusado ¿Dónde está la autoridad que debe velar por todo esto? Quizás preparando la nueva estadística de mujeres muertas, violadas, vilipendiadas. Quizás pidiendo más concienciación social. Pero la sociedad ya está concienciada de que algo falla en todo esto ¿No sería hora de resolverlo? Quizás con un minuto de silencio por la siguiente muerte de un niño o de una mujer creamos atajar el problema. Mientras, lo nuestro son los dardos envenenados, las estupideces de estos Demóstenes de pacotilla y las resoluciones grandilocuentes. Qué tropa y qué tropelías.


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