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Talavante triunfa junto a Roca Rey en la Feria de Albacete

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EFE. EMOCIONES PARA UNA EFEMÉRIDE

La Chata cumplía cien años. Y para celebrar la efeméride la empresa había cerrado una goyesca de ocho toros. El Fandi, Perera, Talavante y Roca Rey hicieron el paseíllo en una tarde de muchas emociones, sobre todo la protagonizada por el más joven terna en el cuarto, de nombre «Orgullito», al que acabó indultado.

Un toro de mucha calidad y duración, al que Roca Rey toreó a placer por los dos pitones en una faena en la que se le vio disfrutar mucho y, algo mucho mejor, haciendo disfrutar a unos tendidos que pronto comenzaron a pedir el indulto, quizás un premio demasiado excesivo a tenor de lo demostrado en el caballo, pero que, sin duda, fue el cenit de una tarde que no acabaría ahí.

El propio Roca Rey cortó también las dos orejas del que cerró plaza, un toro en las antípodas del indultad, con el que el peruano se metió a la gente en los bolsillos por la vía de la épica y la emoción. Buena estocada y doble trofeo para cerrar su gran tarde en Albacete.

Talavante también quiso sumarse a la fiesta del coso albaceteño. Ya en su primero dejó constancia que no iba a pasar la tarde, merced a una faena de muy buena expresión y sentimiento al natural. Labor para paladares exquisitos por el temple, el gusto, la cadencia… Cortó una oreja con fuerte petición de la segunda.

Al séptimo, sí que lo desorejó después de cuajarlo de cabo a rabo por los dos pitones en una faena de altos vueltos artísticos y de ritmo creciente ante un toro que se dejó mucho en la muleta. Como en su primero funcionó la espada y el doble trofeo fue para sus manos.

El Fandi se quedó a medias. Cortó una oreja de su primero, un toro que se dejó mucho y al que el granadino instrumentó una faena en la que anduvo variado de capote, explosivo en banderillas y bullidor sin más en la muleta.

El quinto, en cambio, fue un toro más medido de raza y que se paró pronto. El Fandi volvió a poner toda la carne en el asador, mas fue imposible estructurar faena lucida y conectar con la gente, que, no obstante, le ovacionó.

A Perera le pasó algo parecido, pues después de pasear un trofeo de su buen primero, al que toreó con temple y limpieza por los dos pitones, se estrelló bruces con un sexto descastado que acabó orientándose, y con el que el extremeño hizo el esfuerzo, total, para una ovación final.


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