No descubro nada nuevo, expertos y no expertos llegan tiempo contándolo y buscando
soluciones que corrijan o aminoren sus efectos nocivos. Desarrollando clasificaciones que
permitan diagnosticar claramente el problema, para solventarlo.
Imaginemos que subdividiéramos nuestro pequeño análisis en Ventajas e Inconvenientes
de la región. Si de manera genérica aceptamos como VENTAJAS, los recursos existentes,
el espacio natural, el patrimonio histórico artístico, el número de kilómetros y de
habitantes (manifiestamente manejables), el carácter de sus gentes, su Universidad, etc, y
por INCONVENIENTES, la poca fuerza política de Extremadura en el conjunto de España,
la salida continua de personas para vivir en otra parte, la escasa formación real de sus
habitantes, los complejos de siglos y la falta de trabajo, nos sale una mirada bastante
clarificadora de la realidad.
Pero dado lo fácilmente que los humanos inventamos clasificaciones para un mismo
asunto, hablemos ahora de aquella que distribuyera los SECTORES productivos por un
lado y a los no productivos, por otro; así como de quienes los conforman, y de lo qué
ofrecen (o no) cada uno de ellos.
Si en el primero introducimos (como factores generales de ingresos) los cultivos
agrarios, la producción, las energías, los funcionarios, los políticos y hasta las empresas
culturales, en el segundo, se pueden incluir (como factores de gasto) a los niños, a los
mayores jubilados y a los discapacitados, con los consiguientes gastos en educación, en
sanidad y en servicios sociales, las grandes “patas” del Estado de Bienestar. Costosas,
como pocas, pero necesarias y en lo económico, confrontables.
A muchos nos duele Extremadura. Nos duele porque nos duele, sin más. La elegimos y al
hacerlo, la convertimos en protagonista de nuestra vida, sin remisión. No sÉ lo que le
espera a esta zona en la cual vivo, no tengo ni idea. ¿Permanecerá errática, como lo está
ahora, sin saber muy bien cuál será su dirección futura, o por el contrario levantará alguna
vez la frente con orgullo? ¿Podrá hacerlo?
En algunos pueblos extremeños, lo primero que te presentan, cuando llegas allí, es el
balcón de la casona desde el que (en un tiempo no tan lejano) el “amo” del lugar, cada
día, contrataba (o no) a los hombres. Solo quien era contratado estaba de suerte porque
significaba la comida de él y su familia. Tocaba, pues inclinar la cabeza y hacer una
reverencia delante del todopoderoso, de tan agradecidos… Hoy, de otra manera, el
“planteamiento” sigue implícito en el alma de la tierra, pegado a su piel. Creo que debe
preguntarse si no es hora de cambiar de costumbres…