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¿Y cuando dices que todo se j…?

EXTREMADURA
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Al inicio de la obra insigne de Mario Vargas Llosa “Conversaciones en La Catedral“ uno de sus personajes, Santiago Zavala “Desde la puerta de “La Crónica” (diario siempre ligado al gobierno de turno) mira la avenida Tacna, sin amor… ¿En que momento se había jodido el Perú, Zabalita?”(se pregunta).Y continúa: “El Perú jodido, piensa…todos jodidos”). 

Zabalita es un pesimista crónico al que no le faltan motivos. Los múltiples Zavalas que en el mundo son, se hacen hoy las mismas interrogaciones acerca del funcionamiento de los partidos políticos preguntándose sobre el momento en el que en los mismos las intrigas suplantaron a las lealtades, los alfeñiques a los prudentes con prestigio personal y las maniobras de distracción a las buenas actuaciones. Por qué siempre la opción tramposa tiene siempre tanto adepto. Quien los emponzoñó y cuando fue la primera vez en la que todo se aceptó como normal.

Muchas veces hemos repasado las ocasiones en las que se sigue haciendo lo que ya se hizo, quizá por no poder actuarse de otra manera. Cuando me presentaron en política, hube de someterme al juicio de las bases y aún recuerdo el comentario de una histórica, amiga de otro histórico, al ver mi nombre en las listas: “Que sorpresa, (dijo falsa y meliflua) pero que sorpresa” y luego votó sin convicción.

Que será que el deseo de cambio es una medida enarbolada por todos… “Vamos a cambiar esto y aquello” explican. Y una se pregunta de dónde surge tanto afán de modificación en unas estructuras tan pétreas, y si será sentimiento verdadero en quienes han ascendido a la sombra de una manera de hacer las cosas, junto a gentes aleccionadas por entornos tan similares a los que ahora pretenden (dicen) modificar. Y no puede por menos de interrogarse sobre los motivos de quienes habiéndose criado allí, ansían (o al menos lo simulan) ese cambio. Anda que si les sale torcido…que desastre. Para ellos.

En política se entra por méritos propios contrastados o por diversas coyunturas. La mayoría de las veces, por una mezcla de circunstancias sobrevenidas. En un determinado momento de la historia, puede que el perfil de una persona encaje dentro de la oferta que el partido político pretende exponer y encaje en el lote, siendo todo ello suficiente para formar parte de un equipo que se quiere representativo. Pero a veces, se hace la selección de un  sujeto  porque no hay ninguno mejor situado o porque con su presencia se elimina la de otros, al producir, simple y llanamente, su desplazamiento. En este último caso se busca que no obtengan representación popular los enemigos políticos de quien hace la lista, los considerados molestos para el sistema por tener criterio propio, estar en posesión de una “tropa” de “soldaditos” (lo que los convierte en peligrosos). O con amistades poco empáticas con jefes y jefecillos…El grupo de razones es ilimitado.

Y luego está la categoría de los utilizables, ese grupo de personas a los que se les hace creer que están preparados para una determinada función. Aunque no sea verdad. Funcionan como autónomos pero no se comportan como tales y su aura, pregonada por  sus queridos fieles, más pronto o más tarde, termina por desaparecer. Sirven para que sus mandos puedan negociar. Posiciones de privilegio, lugares de influencia…Todos se avienen a su papel porque les interesa. En fin…


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