Hubiéremos
creído que el Sol fuere siempre para todos; medio día alumbrare medio mundo y
el otro medio, la otra mitad. Platón, en el mito de la Caverna, representaba su
Idea del Bien con la metáfora del Sol que, en el mundo sensible, sería lo que
fuere el Bien en el mundo inteligible. El Sol, fuente de vida, hace posible la
visión, la forma más elevada del conocimiento. El Sol como fuente de calor que
hace posible la vida, la existencia misma en el mundo sensible.
Durante siglos, la utilidad del
mundo se explicaba en términos religiosos. Cuando el hombre comienza a
interpretar la naturaleza por sí mismo y no por los dioses y sacerdotes, se
descubre la filosofía como el propio mundo, la filosofía de la naturaleza y el
mundo en la etapa preática, que asegura la uniformidad en el acaecer de los
fenómenos: la misma causa, determinante de los mismos efectos, sin cuyo
postulado no hay ciencia, ni racionalidad, ni lógica. La filosofía griega
inaugura la razón para la búsqueda de la verdad y siembra los principios de la
ciencia moderna, como respuesta a los mitos, y para afirmar el porqué de las
cosas. Ya decía Sócrates que el sabio es el que sabe vivir, quien se conoce a
sí mismo y sabe controlarse, y no aquel que sabe muchas cosas. Con más de
setenta años, fue acusado de faltar al respeto a los dioses y de corromper a la
juventud y, tras un juicio, fue condenado a darse muerte a sí mismo ingiriendo
cicuta; pero prefirió morir antes que quebrantar las leyes de su ciudad porque,
quien sabe vivir, –decía- sabe morir. El filósofo y matemático de Pisa,
Galileo Galilei, llegó a afirmar que la Tierra giraba alrededor del Sol y por
ello fue condenado por la Inquisición, pese a abjurar de sus ideas. Juan Pablo
II lo
rehabilitó 359 años después de ser condenado.
Eso creíamos: que el Sol era de
todos y para todos; pero no: también
hemos de pagar por su disfrute, utilización y autoconsumo. Algún días, quizá.
por el metro cuadrado de playa que ocupemos, como si también fueren de las
eléctricas. El gran ministro de Agricultura de Felipe González, Luis Atienza
Serna, que fuere después presidente de Red Eléctrica de España, lo acaba de
explicar muy claramente en un artículo titulado «Una
reforma que no alumbra el futuro», publicado en «El País» ayer jueves, día
8, en el que sostiene que la reforma eléctrica aplicada por el Gobierno, cuatro
días después de ser aprobada por el Consejo de Ministros, «circunstancia
inaudita en una democracia avanzada», sorprende por el criterio de
competitividad aplicado a las renovables para reducir su retribución, agrava el
problema de retroactividad de las empresas y aumenta la factura de las
familias, «con algunas pinceladas de inquina para con las energías
renovables y el autoconsumo», que renuncia a proponer «otra
oportunidad perdida en nuestro futuro energético».
La Unión de Consumidores de
Extremadura (UCE) daba a conocer ayer mismo la previsión de un aluvión
de reclamaciones de usuarios por la reforma energética, «por la
penalización prevista al autoconsumo» por la instalación de sistemas de energías
renovables, que supondrá «un retroceso» en el principio de eficiencia
energética y el incumplimiento de la directiva europea que exige al menos un
veinte por ciento de energías renovables en 2020.
Siguiendo con la inveterada
costumbre de subir las tasas universitarias en agosto, que ahora están dejando
en la cuneta a cientos de universitarios, también por el recorte de las becas, la
penalización del autoconsumo energético, o el establecimiento de una tasa
para la producción casera de electricidad, impedirá la creación de miles de
puestos de trabajo.
Cuando creíamos haber avanzado en el
aprovechamiento energético, va el Gobierno y nos lo corta, como si no hubiere
dispuesto las señales lumínicas de carreteras alimentadas por energía solar;
como si las pequeñas casitas de campo que vemos situadas junto a las carreteras,
no hubieren sobre sus tejados las plaquitas que hacen olvidar los carburos,
velas o candiles que hace tiempo las iluminaren. ¿Qué fuere de aquella
normativa anunciada en noviembre de 2006 por los ministerios de Medio Ambiente
y Vivienda, según la cual
los nuevos edificios deberían contar con paneles solares?, anunciada por
sus titulares, entonces, Cristina Narbona y María Antonia Trujillo… Todo
quedare en agua de borrajas. Y por si fuere poco, el Gobierno traspone en abril
pasado a Decreto ley una directiva de la UE de 2002, según la cual los dueños
de viviendas para alquiler o venta deberían disponer desde el 1 de junio pasado
de un certificado
de eficiencia energética bajo penas de multa de 300 a 6.000 euros. Únase lo
uno a lo otro. Aquí de eficiencia energética, nada: a pagar y a callar todo el
mundo. Lo que deberían exigir a promotores y constructores, se lo pasan a los
propietarios. Y «fin de la cita» en agosto, como diría Rajoy. Ya lo
dijo Fernández Vara: Rajoy
ha dado una patada en el trasero a Extremadura con la reforma energética, y
tanto, al asestarle una sentencia de muerte a las energías renovables.
Mientras, las temperaturas seguirán subiendo; pero apagaremos el aire
acondicionado por la subida y sudaremos la gorda. El Sol sale para todos, pero
su luz se la comen toda las eléctricas. A los consumidores no les queda otra
que pagar, o volver al candil o el carburo. Siempre nos quedará el sosiego de
proclamar, aunque nos lo negaren, como a Galileo: «Eppur si muove»
(Y, sin embargo, se mueve), tras abjurar de la visión heliocéntrica del mundo,
que simboliza la tenacidad de la evidencia científica frente a la censura de la
fe, tras no retractarse de que la Tierra no girare alrededor del Sol, sino al
revés. ¡Qué atraso, Señor: dejar las renovables hasta 2020!, y cerrar las
nucleares para comprar la electricidad al país vecino y encarecer aún más su
consumo… ¡En qué país y Unión, sin unidad, vivimos…!