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El rey Felipe III y su Corte en Trujillo en su viaje a Portugal en el año 1619

OPINIÓN
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[Img #38927]Uno de los hechos más celebrados por poetas y cronistas en tiempos del rey Felipe III fue la jornada regia a Portugal. Basta indicar en la real biblioteca se encuentran tres impresos que da muestra de ello, como es el Triumpho del Monarca Phipippo Tercero en la felicísima entrada en Lisboa, salido de la imprenta de Jorge Rodrígues en el año 1619 y compuesto en seis cantos por Vasco Mourinho de Quevedo Castello Branco[1], también las fiestas reales de Lisboa de Francisco de Arceo, salido del mismo taller[2] y dos ejemplares del Viage de Philippo Tercero a Portugal escrito por  Lavanha, obra de relieve por sus excelentes grabados además de por el texto, estampada en la imprenta real por Tomás Junti en el año 1622[3].

 

La única referencia publicada sobre la visita que realizó el rey Felipe III a Trujillo nos la ofrece don Juan Tena Fernández, refiere lo siguiente: “el 29 de mayo de 1619, caminaba a Portugal para que su hojo Felipe IV fuera jurado heredero de aquel reino. En Trujillo inauguró entonces la Cátedra de Artes y Estudios, es decir, una Preuniversidad en el Convento de la Encarnación”[4].

 

[Img #38929]Hemos de constatar que no existe ningún documento en el Archivo Municipal de Trujillo que haga referencia a tal inauguración en el Convento de la Encarnación y, es más, exponemos el texto del documento completo de la visita de Felipe III y su corte a Trujillo, su estancia en la ciudad, las calles por las que pasó la comitiva, verdaderamente estuvo en el Convento de la Encarnación almorzando, pero no hace referencia alguna dicho documento a que el rey inaugurase la Cátedra de Artes y Estudios[5]. Un convento que existe en la ciudad desde los años finales del siglo XV[6]. Curiosamente, don Juan Tena en las págs del citado libro cuando hace referencias al Convento de la Encarnación, no menciona nada sobre la Cátedra de Artes y Estudios, es más, especifica que “dentro de cuyos muros corrió la vida de santos y sabios y fueron albergue de Felipe III y de su hijo, cuando en el 6 de abril de 1719, caminaban a Portugal para ser éste jurado Rey de aquella nación” (confundiéndose en la fecha 1719, en vez de 1619 o es un error de imprenta que no ha sido corregido en la 2º ed de la obra.)[7].

 

Libro de Acuerdos del Archivo Municipal de Trujillo, 1610-1619, fol.s 494 y ss.”Relación de la entada que el Rey Ntro. Señor Don Felipe III y el Príncipe Nuestro Señor y la Serenísima Princesa su esposa, y la Señora Infanta hicieron en esta ciudad en público y recibimiento que se les hizo.

 

[Img #38930]Siendo corregidor el Sr. D. Pedro de Cevallos Escovedo del Hábito del Señor Santiago, y regidores los señores don Juan Pizarro, Alférez Mayor, Marcos de Orellana, Don Sancho Pizarro de Aragón, don Jerónimo de Loaysa, don Diego Pizarro de Carvajal, Diego del Saz Mayor, Pedro de Alcántara, Hernando del Puerto, Alonso García de Alarcón, don Juan de Solís y Vargas, don Alonso de Tapia Vargas, don Pedro Orellana Bejarano, don Pedro Calderón Altamirano, Miguel Ramiro Corajo, don Juan Pizarro de Aragón, don García de Vargas, Vasco Calderón Enríquez, Gonzalo de Torres Alvarado, don Pedro de Loaysa y Tapia, don Gonzalo de Sanabria Calderón, Diego del Saz Carrasco, Pedro de Escobar Calderón, don Diego Pizarro de Hinojosa, don Blas de Herrera, Melchor García de Alarcón, don Alonso de Herrera, don Carlos Sotomayor, don Juan de Chaves Orellana, Juan de Alarcón, Doctor Diego Vázquez, don Juan de Vargas Carvajal y don Gonzalo de las Casas y Orellana, y estando el señor Corregidor en Madrid, dio noticia a esta ciudad, por carta que se recibió en cinco de abril de este año de mil y seiscientos y diez y nueve, como S. Magestad hacía jornadas para Portugal y pasaría por esta ciudad dentro de un mes, para que esta ciudad se apercibiese de lo necesario; y el dicho día se juntó la ciudad en Ayuntamiento, como parece de su libro a fojas (en la hoja) 446; al día siguiente, seis de abril, se volvió a juntar en esta ciudad y se leyó una carta del señor Arzobispo de Burgos, Presidente de Castilla, que está sacada su copia a fojas cuatrocientos y cuarenta y siete; el mismo día salió de esta ciudad don Juan de Aragón para Madrid por la posta a pedir facultad para los gastos y comprar las telas y sedas para el palio, vestidos de los Regidores y demás cosas para el recibimiento; desde este día se hicieron los Ayuntamientos muy frecuentes, casi cada día, para ir proveyendo y acordando lo conveniente, y en diez de abril por acuerdo de la ciudad, salió para Madrid el señor Licenciado Pallarés, Teniente del Corregidor y Alcalde Mayor, con tres mil ducados que se tomaron de la memoria de Francisco Fernández Regodón, para ayudar al señor don Juan Pizarro de Aragón a comprar los aderezos y hacer los vestido. Sacóse facultad para tomar a censo ocho mil ducados, y pasaron todos los autos que están en los acuerdos del mes de abril. El señor don Juan de Aragón volvió primero que el señor Alcalde Mayor, dejando hechos los vestidos y aderezos para el recibimiento y aviados para que se trajeses habiendo partido S. Magestad de Madrid, escribió el señor duque de Uceda una carta desde Talavera, cuya copia está en la hoja 457, y porque esta ciudad tenía prevenido un regocijo y juego de cañas con libreas de talí que el día que se recibió la cara se repartieron por sus cuadrillas y colores, envió al señor corregidor a suplicar a S. Magestad fuese servido de recibir su servicio, y volvió el señor Corregidor con la resolución de la primera carta. Procuró hacer la ciudad un arco triunfal de piedra y ladrillo embreado y cortado, para que quedase en memoria de la entrada de S. Magestad y por parecer a los maestros que no había tiempo para que la obra se hiciese segura, por no se poder enjugar su sufrir el peso de dicho arco siendo fresca, se hizo de lienzo a la entrada de la calle de Encarnación, de gentil vista y arquitectura, porque tenía dos faces (caras), una delante y otra a la vuelta. Era de veinte pies de ancho de suelo y cuarenta de alto de suelo hasta la corona del arco, y luego ocho pies hasta la cornisa, y encima su frontispicio, con sus cuadro pirámides en que remataba, y el escudo de armas reales, y de la ciudad pintado con artesones por la parte de adentro del arto y sus florones coloridos retocados, y en la jamba, por la parte de adentro, dos figuras de la Justicia y Misericordia, en sus nichos, y por debajo sus mascarones, y en las pilastras, por los costados, unos salvajes con sus brazones sustentando las armas de la ciudad. Entró S. Magestad por el camino que viene delante de la puerta de la dehesa de los caballos, y abrióse una senda ancha por las cercas que están junto a la calzada que salía a dar a la Piedad, por allí vino S. Magestad a dar al estanque de S. Lázaro, dando la vuelta, quedando el dicho estanque a mano derecha, y la laguna también, quedando a mano derecha por la fuentecilla del arroyo que está junto a la pared de la cerca y puerta de la Encarnación; y se apeó a la puerta de la iglesia y entró a hacer oración, entre las once y las doce del día martes treinta de abril del dicho año comieron S. Magestad y Altezas en el dicho convento de la Encarnación y habiendo reposado y teniendo licencia de S. Magestad para besarle la mano, salieron de las Casas del Aytº., el señor Corregidor y alcalde mayor y treinta Regidores y los dos escribanos del Ayto., con ropas de talí encarnado, las vueltas del forro de tafetán blanco prensado, jubones de talí blanco, cueros y calzas de raso blanco prensado, las entretelas de las calzas de talí blanco, gorras de terciopelo rizoso con toquillas de lo mismo con cadenillas doradas y una roseta de cuatro plumas cada una, espadas doradas con vainas talavante de terciopelo carmesí, medias blancas de seda; los cuales aderezos dio la ciudad que se trajeron hechos de Madrid; salieron también con zapatos blancos, excepto los escribanos, que por haberles faltado las medias que las quitaron de casa del señor alcalde mayor y no se hallar en toda la ciudad salieron con botas blancas justas en virtud del auto de la Justicia proveído en contradictorio juicio de pedimento de los dichos escribanos contra la ciudad, habiendo aquí otro escribano por el cual fueron amparados y mantenidos en la pretensión de salir en semejantes actos como los cavalleros Regidores, Así éstos vestidos y aderezados salieron los dichos Regidores, excepto don Carlos de Sotomayor, que estaba ausente y don Juan de Vargas, que, habiendo recibido la ropa y demás aderezos, se quedó con ellos hasta ahora y no salió de las casas de la Justicia; acompañando al Corregidor y al Alcalde Mayor todos por su antigüedad y los escribanos delante de los Regidores y más adelante el Alguacil Mayor, Mayordomo de Pósito y Sexmero con capas de raso, calzas y demás vestidos de seda negra, gorras de rizo y espadas pavonadas; fueron con sus maceros, a quien se dio librea de grana, a dicho convento de la Encarnación, y S. Magestad y el Príncipe Ntro. Señor y Srª. Infanta y Princesa los recibieron en el General de Teología que está en el claustro y estaba aderezado para este acto. Llegase el señor Corregidor primero y besó la mano a S. Magestad y Altezas, y puesto a un lado, llegaron luego con el Alcalde Mayor Regidores y escribanos, y ansí la ciudad y todos besaron la mano a S. Magestad y Altezas, diciéndoles el señor Corregidor el nombre de cada uno al tiempo que llegaron a besar la mano. No besaron el Alguacil Mayor, Mayordomo y Sexmero porque fue orden de S. Magestad que tan solamente besasen las manos los que iban vestidos en forma de ciudad. Hecho este acto, volvió la ciudad en la forma que había venido a esperar a S. Magestad a la entrada de la calle de la Encarnación, adonde estaba el arco para la dicha entrada, y allí el Sr. Corregidor, Alcalde Mayor y Regidores tomaron el palio que estaba prevenido, de tela de oro encarnada, con flecos y alamares de oro y diez y seis varas doradas, a ocho por banda con cuatro cordones (a las esquinas) de seda y sus borlas de seda, pasó a recibir el palio el Sr. Corregidor y Alcalde Mayor, tomaron los cordones por la parte de atrás y los Regidores las varas y cordones delanteros; remudando (se) a tiempos, los escribanos fueron delante junto al palio. Y antes que S. Magestad entrase en el palio, veniendo a caballo, salió don Juan Pizarro, Alférez Mayor, con una salvilla de plata y en ella las llaves de la ciudad doradas, para entregarlas a S. Magestad, que dijo al dicho don Juan se las tuviese; fué S. Magestad recibido en el palio, y llevando delante toda su guarda alemana, tudesca y española, sus maceros, reyes de armas y el Duque de Uceda con el estoque y la guarda de arqueros detrás. Entró la calle arriba, subió por la calle Nueva y Azoguejo a dar en la Plaza por la calle de la Carnicería y de allí por el Peso de la Harina a dar a Santiago, y de allí por la calle abajo a dar a la iglesia de de la Vera Cruz; y antes de la dicha iglesia, desde la casa de don Martín de Chaves subió la calle arriba a dar a la iglesia de Santa María. Iban detrás de S. Magestad en una carroza descubierta el Príncipe, Princesa e Infanta, y llegando al camarín por cima de la puerta que está enfrente del Altar Mayor, se apearon S. Magestad y Altezas y entraron en la Iglesia y a la entrada estaba el Patriarca y el Cura de la Iglesia, que era el doctor de la Parra, recibieron a S. Magestad todo el Clero que estaba allí. Y hecha oración y las demás ceremonias ordinarias volvió S. Magestad por donde había venido a palacio, que estaba aderezado en las casas de don Francisco Pizarro. Aquella noche salieron los cavalleros con las libreas que se les habían repartido a caballo, con muchas hachas, y corrieron en la Plaza un rato en presencia de S. Magestad y Altezas, que salieron a ver correrlos a una ventana. Hubo muchas luminarias en la plaza y en toda la ciudad y fortaleza. Para este recibimiento, además de los ministriles que la ciudad tenía, se trajeron los de Plasencia y Guadalupe, que a tiempo cuando S. Magestad subía por las calles tañían, y cuando volvió a la Plaza desde Santa María, tañeron todas sus coplas juntos en un tablado que estaba en el Peso, que hicieron una agradable armonía apease S. Magestad en palacio, pusiéronle luminarias por las torres del castillo y alrededor de la Plaza y en todas las ventanas de ella y en toda la ciudad. Hizose la máscara y paseo con las libreas que estaban prevenidas para el regocijo. Estuvo S. Magestad el día siguiente en esta ciudad, antes de mediodía subió a Santa María en su coche con Sus Altezas y toda la guarda a oír misa, y a la tarde fue S. Magestad a visitar el Convento de las Descalzas, y luego, otro día que fúe Jueves, después de medio salió de esta ciudad . Hernando Velarde – rubricado”.

 

 

Constatamos por el citado documento que el día 30 de abril del año 1619 llegaron a Trujillo por el camino de Madrid, donde actualmente está la Puerta de la Dehesa de los Caballos (que aparece mencionada en el documento) el rey Felipe III con su esposa, con todo su séquito, el príncipe (futuro Felipe IV), y la señora Infanta con sus servidores y la guarda española, alemana o tudesca, se hallaba equiparada en sus funciones con la guarda española, en concreto con los alabarderos. Su fundación tuvo lugar durante la jornada en la que Carlos I recibió la corona imperial[8]. Al volver, tenía a su servicio la cuarta compañía que conformaría las guardadas de los Austrias: los tudescos. También conocida como guarda blanca o carmesí, por ser éstos los colores de su librea, junto al amarillo (el rojo al añadir las armas de Castilla y Borgoña)[9], pronto fueron dotadas de unas instrucciones, parece que para mantener su orden militar alemán. A partir de entonces hay un vacío normativo hasta mediados del siglo XVII, con las etiquetas de palacio, tal vez por la semejanza señalada con respecto a las guardadas españolas, con sólo una subida de salarios en 1549 y otra en 1584. En su recorrido, pasaron por la Piedad, el estanque de San Lázaro quedando el dicho estanque a mano derecha, y llegaron hasta el convento de la Encarnación, regentado por los frailes dominicos. Es importante tener en cuenta la gran influencia que ejercía en el año 1619 el confesor real, el cardenal Zapata, si el seguidor de los dominicos, el padre Florencia, fray Antonio Pérez, fray Francisco de Jesús, fray Juan Márquez y fray Plácido Tosantos. Tres eran favorables a la devoción a la Inmaculada. El cardenal Zapata aconsejó siempre al monarca que debía favorecer esencialmente a la orden de Santo Domingo[10]. “y se apeó a la puerta de la iglesia y entró a hacer oración, entre las once y las doce del día martes treinta de abril del dicho año (1619) comieron S. Magestad y Altezas en el dicho convento de la Encarnación y habiendo reposado” . En cuerpo de Ciudad, el Corregidor, escribanos y regidores salieron del Ayuntamiento y se dirigieron al Convento de la Encarnación donde fueron recibidos por el rey, la princesa y la infanta “en el General de Teología que está en el claustro y estaba aderezado para este acto”. Seguidamente, salieron a la calle Encarnación justo donde estaba el arco engalanado para tal recibimiento real con el diseño artístico que aparece en el documento citado[11], el Sr. Corregidor, Alcalde Mayor y Regidores tomaron el palio, Su Majestad entró en el palio y don Juan Pizarro, que era Alférez Mayor, le entregó las llaves de la Ciudad. Comenzando el rey y su comitiva el recorrido por la Ciudad, iban detrás de Su Majestad en una carroza descubierta el Príncipe, la Princesa y la Infanta, y llevando delante toda su guarda alemana, tudesca y española, sus maceros, reyes de armas y el Duque de Uceda, subieron por la calles Nueva, Azoguejo, Carnicería para llegar a la Plaza, subieron por la calle del Peso de la Harina, la Cuesta de la Sangre de Cristo hasta la iglesia de Santiago. Y de allí por la calle abajo (actual calle Cambrones) a dar a la iglesia de de la Vera Cruz “y antes de la dicha iglesia, desde la casa de don Martín de Chaves subió la calle arriba a dar a la iglesia de Santa María. Iban detrás de S. Magestad en una carroza descubierta el Príncipe, Princesa e Infanta, y llegando al camarín por cima de la puerta que está enfrente del Altar Mayor, se apearon S. Magestad y Altezas y entraron en la Iglesia y a la entrada estaba el Patriarca y el Cura de la Iglesia, que era el doctor de la Parra, recibieron a S. Magestad todo el Clero que estaba allí”.

 

Con motivo de la presencia de la familia real en Trujillo se celebraron festejos en la Plaza y escenificaciones en un tablado situado en el Peso (la Casa del Peso Real era el actual Palacio de Quintanilla o de los Chaves Cárdenas, lugar en el que se pesaba la harina, el trigo y todo lo que era pesable). Fue una visita importantísima para la Ciudad, tañeron las campanas de las iglesias y conventos, se iluminaron con antorchas calles, la alcazaba y la Plaza. Antes de marcharse de Trujillo, asistió a misa en la parroquia de Santa María y se despidió de las religiosas descalzas.

 

 


[1] Biblioteca Gondomariesi, La Jornada de Felipe III a Portugal en 1619. IX-8729.

[2] Biblioteca Gondomariesi, La Jornada de Felipe III a Portugal en 1619. VII-2150. De Arceo se conserva además una carta al conde de Gondomar, también del año 1619, donde le comunica su intención de hacer un discurso inverso de la jornada del destinatario a Inglaterra para que luego se difunda en prosa abreviada (II-2159, documento 191).

[3] Biblioteca Gondomariesi, V-924 y I-C-2.

[4] TENA FERNANDEZ, J: Trujillo, histórico y monumental. 2 º ed. Trujillo, 1988, p. 20.

[5] Es importante citar que en la actual calle Estudios, existía una casa para estudios de gramática. Real Provisión de don Carlos y doña Juana al concejo de la ciudad de Trujillo para que pueda gastar hasta 100.000 maravedíes en edificar una casa para estudios de gramática. Dada en Madrid, a 28 de marzo de 1528, refrendada de Ramiro del Campo. Legajo 17, carpeta 9, 1 folio. Legajo 4, carpeta 4, Fol.. 121 vº-122 r.

[6] Sentencia de amojonamiento del terreno que el concejo de Trujillo concedió a los dominicos para edificar el convento de la Encarnación por el coregidor Alvaro de Porras. En Trujillo a 11 de febrero de 1492, ante los escribanos Alonso Rodríguez de Almazán y Pedro Alonso. Lega 5, carpeta 14, 3 fols. Archivo Municipal de Trujillo.

[7] TENA FERNANDEZ, op. cit., p. 128. TENA FERNANDEZ, J: Trujillo, histórico y monumental. 1º ed. Gráficas Alicante, 1967, p. 145.

[8] Archivo General de Palacio. Madrid. Histórica, caja 49/2. Libro de Carlos V, pág. 65.

[9] BUENO CARRERA, J. M: Guardas reales de España desde los Reyes Católicos hasta Juan Carlos I. Madrid, 1989, pág. 9.

[10] FRIAS, L: “Felipe III y la Inmaculada Concepción”. Razón y Fe, 11, 1905, pp. 180-182; CANAL GOMEZ, M: “El P. fray Luis de Aliaga y las controversias teológicas de su tiempo”. Archivo Fratrum Praedicatorum, I (1931), pp. 147-158; MARTINEZ MILLAN, J y VISCEGLIA, M. A: La monarquía de Felipe III. La casa del Rey, vol. I. Fundación Mapfre, Madrid, 2007, p. 226.

[11] Era frecuente la construcción de arcos engalanados en los recibimientos de los monarcas en algunas ciudades por las que pasaba la comitiva. El prof. PIZARRO GÓMEZ en su trabajo “Emblemas y jeroglíficos en la entrada triunfal de Felipe III en Lisboa (1619)”, nos ofrece un interesante trabajo al respecto, no hace referencia al arco triunfal de Trujillo, pero sí, a los portugueses, dándonos una idea  clara  de la intención moralizante religiosa, política, al evocarse la idea de temas procedentes de emblemas de la época. PIZARRO GOMEZ, F. J: “Emblemas y jeroglíficos en la entrada triunfal de Felipe III en Lisboa (1619)”, Norba-Arte, Universidad de Extremadura, número V, 1984, pp. 163-179.


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