Digital Extremadura

ENCERRADOS CON UN SOLO JUGUETE

OPINIÓN
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Me ha venido a la memoria la novela de este mismo título de Juan Marse, en la que unos
determinados personajes se mueven alrededor de sus obsesiones cotidianas después de la
guerra civil española. Un hecho terrible cambiará su percepción de la realidad en que viven.
Creo que cuando pelean el cuerpo y el espíritu, a veces uno solo de los dos vence. En la simbiosis
entre persona y organización tengo mis dudas.

¿Que por qué digo esto? Me parece un motivo de actualidad, ahora, cercanas las elecciones, y
por ser algo muy común en el quehacer de los partidos políticos. Esa disquisición, siempre
encubierta en la toma de decisiones, acerca de la influencia de unas siglas o de unos candidatos
en los resultados de un proceso electoral.

Y tengo que decirles que he visto de todo y oído de todo. Desde quien defiende que las personas
no son importantes, la clave está en las siglas, y por eso «da igual» los nombres de quienes
componen una lista…hasta quien ensalza lo contrario, o al menos cree que los votantes se fijan en
los currículos y actúan en consecuencia. Ejemplos hay miles, de una opción y de la otra.
A gusto del contribuyente como los impuestos. He asistido a verdaderos autos de fe donde se han
«pedido» la cabeza y las vísceras del «pecador» de turno, (elevado al honor de ser considerado
como el único responsable de la catástrofe prevista mucho antes de los comicios), por parte de
quienes ataron a conciencia sus pies y manos para que no pudiese tomar decisiones propias
sobre nombres y artistas. Y he visto verdaderos autos exculpatorios, cuando ha convenido a la
tribu de moda del momento.

Yo no creo que a tres meses y medio de una convocatoria electoral pueda inclinarse demasiado el
plato de la balanza. Ni en una dirección, ni en la contraria. La suerte puede estar ya echada
porque los exámenes se estudian con tiempo. Por eso la tensión ajena que se acumula sobre
decisiones, largamente publicitadas, no deja de sorprenderme. La tensión y la buena fe de
muchos análisis, perfectamente agarrados a la cesta del globo de casa para no embarrancar,
clavaditos a la opinión del dirigente. Dirigente, que a veces no puede hacer algo distinto de lo que
hace, por responsabilidad en el intento.

Pero, de creer a los psicólogos, la tensión exacerbada no suele ser buena consejera. Ya lo dijo el
clásico: ausencia de nervios, un problema, pero muchos de ellos juntos, un caos. Y en los últimos
acontecimientos hay demasiada presión interna, en un deseo fortísimo de hacer las cosas bien.
Como si se acabase el mundo. Y no hubiese un mañana para gente tan joven.
Pero recordemos: vino el Diluvio y el mundo siguió, por lo que luego hemos visto, así que quizá
nadie debiera angustiarse tanto en ese empeño de ganar a otros contrincantes en el favor de un
público, que ha dado muestras claras de inconstancia e infidelidad, con los de esta «huerta» y los
de aquella. Descreído como se ha vuelto al haberle hecho creer que es todopoderoso y luego
engañarlo con bancos y otros amigos que se pusieron al paso. Como con los jóvenes, amplia y
suficientemente preparados (dice el slogan oficial) que hoy están (casi) todos en el extranjero. Y
no siempre por propia voluntad.


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