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VOTOS POR DINERO

OPINIÓN
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 Cantaba Atahualpa Yupanqui: Con mi caballo y mi lazo, paso la vida tranquilo, llevo un cartel en la frente: “¡No me vendo, ni me alquilo!”.

 

Con independencia de nuestros valores éticos y morales, de que se traduzca en dinero o en otro tipo de favores ¿tenemos todos un precio? Seguramente sí, aunque lo difícil sea saber cuál es el de cada uno.

 

Esa debe ser la premisa sobre la que está pivotando la campaña electoral de Monago, convencido de que el dinero se puede convertir en un potente imán capaz de captar votos para su causa. No en balde todo su mandato se ha basado en las propuestas de un empresario de marketing que se pregunta: “¿dónde están los votantes que necesito?” Y se responde: “En la política moderna es la estrategia y no la táctica la que responde a estas cuestiones y la que permite ganar elecciones. Los votantes son muy conscientes de que los políticos tienen la habilidad de seducirlos con imágenes y apariencias.”

 

Fruto de esa estrategia, primero fue el anuncio de la paga de 300 € a las extremeñas mayores de 75 años, susurrando apenas que eran anuales, no mensuales. Es decir, no se anunció una paga de 25 € al mes, sino una de 300 €.  Esta dádiva, que por la ingente suma de que está dotada podíamos situar un punto por encima de “espléndida” y dos por debajo de “estoy tirando la casa por la ventana”, no parece que pueda ser capaz de comprar el voto de ninguna anciana, pero entre los achaques de la senectud y la estrategia comercial de que se puedan confundir pensando que los 300 € son mensuales y no anuales, lo mismo algún que otro voto disperso cae.

 

         Luego, centrado en el numeroso voto de los funcionarios, que en esta región son legión, lanzó otras dos propuestas: Guarderías gratuitas para hijos de empleados públicos y el abono de la carrera profesional. La primera ha conseguido cabrear a todos los que no son funcionarios y tienen problemas para conciliar vida laboral y familiar,  quienes se han despachado a gusto, ora apelando a las creencias religiosas ( “¿es que los míos no son hijos de Dios?”), ora a la sana envidia nacional (“¡eso, más privilegios para los privilegiados!”), pasando por la retranca (“¿y por qué no una guardería para los funcionarios que se escaquean varias veces al día?”).

 

En cuanto a la segunda, ignoro el efecto inmediato sobre los afectados, pero me cuesta creer que quieran votar a quien le ha congelado las pagas extras,  les ha impedido recuperar la jornada laboral de 35 horas y, en un alarde de ejemplaridad, de saber ponerse en la piel del otro, se ha subido su sueldo un 6,1% más respecto a 2012, un gesto que a todas luces permitirá al presidente de la Junta homologarse con los demás presidentes autonómicos y poderse comprar no ya la parabólica, sino incluso suscribirse a Movistar Fusión Total fibra 200 megas y TV.

 

         ¿Cuáles serán las próximas propuestas? Dependerá del potencial del colectivo al que se quiera captar el voto. Para atraer a los jóvenes titulados que han emigrado, el abono del billete de avión ida y vuelta para que vengan en vacaciones a ver a la familia (a ser posible a través de la agencia de viajes del Senado) y cursos de rap en castúo. Si se quiere recuperar a los jóvenes que no acabaron el bachillerato, sustituir la paga de 1.000 por una de 2.000 €/año a cada alumno que se matricule y apruebe las asignaturas, más barra libre en cañas y tapas durante el recreo. En materia de empleo, una decidida apuesta por la empresa familiar (primando siempre a la pareja, hermanas, primos etc.), así como a las empresas de los familiares (aunque parezca igual, no es lo mismo). Y así sucesivamente, “panem et circenses” (lo de “circenses” se aprecia en la exquisita y puntillosa independencia de los informativos y entrevistas políticas de Canal Extremadura TV).

 

         En definitiva, muchos políticos piensan que en campaña a todos se nos puede comprar, que todos los votantes tenemos un precio. Afortunadamente, en Extremadura hay otros líderes políticos que no fundamentan su acción pública en poner precio a cada votante, sino en ponerle cara y valores, porque solo el necio confunde valor con precio.

 

         Dice una joven filósofa que los ciudadanos no tienen muchos motivos para enorgullecerse de su clase política, pero la clase política bien puede estar orgullosa de unos ciudadanos que mantienen la cordura, el compromiso y la solidaridad necesarias para que la vida siga. Los valores de los que la sociedad civil está haciendo gala no tienen precio, como tampoco lo tienen las personas que están detrás. Se dice que en tiempos difíciles los humanos somos capaces de lo mejor y lo peor. Lo estamos viendo todos los días.

 


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