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LA DAMNATIO MEMORIAE

OPINIÓN
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[Img #45150]La frase, refleja una costumbre romana que pretendía “la destrucción de la memoria”, y que resumía toda una serie de actuaciones con las que, el que cogía el poder intentaba, por todos los medios, destruir todo posible recuerdo de aquel que había sido su antecesor y  enemigo, o a quien odiaba. El Senado decretaba la damnatio memoriae, y el nombre del perjudicado era borrado de monumentos, pinturas, monedas, edificios, incluso se prohibía  poner su nombre a los recién nacidos. Esto llegaba hasta la  denominada abolitio nominis (por la que se borraba  su nombre de las inscripciones).Las estatuas  eran destruidas, junto con toda representación física de su imagen; sus leyes y decisiones eran eliminadas y si se consideraban necesarias se les hacía pasar como emitidas por su sucesor. Las obras públicas, si no eran necesarias se destruían o en el mejor de los caso se consideraban erigidas por su sucesor.

 

La Damnatio memoriae, no es algo que sólo sucedió en la época romana, aunque era una vieja costumbre griega, que como tantas cosas fue asumida por la civilización latina. Durante toda la historia se ha repetido esta ansia de revancha, hasta la actualidad, del que estuvo en un período de tiempo bajo el poder de alguien, y que al ocupar él, el mismo lugar, se venga, intentando borrar todo recuerdo de su predecesor. Quizás no nos demos cuenta, pero convivimos con estas actuaciones. Los estudiosos tienen a veces problemas enormes en identificar escudos o pertenencias históricas, porque han sido picados y destruida toda inscripción.

 

La nefasta ley de la Memoria histórica, bajo una apariencia loable de devolver la memoria y restos de los seres queridos a sus familiares, ocultaba un deseo de revancha contra los que ganaron la Guerra Civil, cuando era algo que todos querían olvidar. En un libro que escribí, sobre la historia de un pueblo que ha sido el origen de toda mi familia, y que publicó el pasado año la Diputación de Cuenca, me encontré con severas reticencias de la gente mayor que vivió aquellos momentos de Guerra y posguerra, para hablar, razón por la que finalicé el libro con el final de la Guerra Civil. No quería herir susceptibilidades. Todos querían olvidar. En mi familia tanto mi padre como mi suegro, estuvieron en un campo de concentración tras la guerra, uno por ideología y otro por militar y  apenas pude sacarles nada de las condiciones en las que se desarrollaba su día a día. Volver a remover algo que en la Transición se quiso enterrar, fue una mala decisión como tantas otras, que tomó el político más nefasto tras Fernando VII que ha pasado por el poder en España, como fue Zapatero.

 

Y nadie destruyó tras su mandato nada, ni tan siquiera se abolió esta nefasta ley que produjo anécdotas tan sonrojantes, como que en abril del 2010, el Ayuntamiento de Cáceres, retirara un escudo, de los Reyes Católicos, de la Plaza de los Conquistadores, confundiéndolo con uno franquista, realizado por uno de los grandes de la escultura extremeña, Eulogio Blasco, cuyo nombre ostenta la cacereña escuela de Bellas Artes.  De poco sirvió que el Presidente, del Instituto de Estudios Heráldicos y Genealógicos de Extremadura, aclarara que el escudo no era franquista sino una copia del de los Reyes Católicos. A lo que respondieron desde el Ayuntamiento, negando el  volver a reponerlo. «Se quitó porque tiene claras reminiscencias franquistas«,

 

Algunos quieren enterrar la Memoria de la época franquista con una Damnatio Memoriae a todos los personajes de aquella época. Ya han ninguneado a poetas y escritores, de la época, en los libros de literatura. Y no digo que algunos como Arias Navarro se  merecieran, no aparecer identificando una calle, pero por qué negar su memoria, tanto buena como mala, nadie puede borrar lo que ya existió, es historia. Otros hicieron  labores extraordinarias, aunque como las obras públicas, del condenado al olvido  en la época romana estas se las apuntaran otros, pero nadie se acordó, en febrero de este año, de la muerte de Licinio de la Fuente, bajo cuyo mandato se comenzaron a construir las Residencias de Pensionistas, se amplió la protección social y se realizó una gran labor de apoyo a los trabajadores.

 

Ahora en Madrid, la alcaldesa Carmena, y en otros lugares, otros, quieren volver a remover la nefasta ley de la Memoria Histórica y con ella, viejas heridas, y hacer desaparecer los nombres de personajes de la época franquista, del callejero, con el disgusto de los vecinos, para los que, en su inmensa mayoría el personaje que identifica su calle les dice poco o nada. Muchos son, que yo conozca, personajes históricos que destrozaron la ciudad de Mérida, en la que vivo y que tienen a su nombre una calle, y otros ilustres, que carecen de una bien merecida avenida o plaza, como mínimo.

 

Pero deberían dejar las cosas como están, ya hay bastantes problemas como para crear otros, y cuando se empiezan  a crear, por parte de un gobernante, “cortinas de humo”, ¡malo¡,  no volvamos a “desvestir un santo para vestir a otro” los siguientes en el poder, se sentirán también legitimados para hacer lo mismo, y al final no habrá bastantes biodraminas en las farmacias para aguantar tanto mareo. 


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