sanchez feijoo
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Pocas veces las cosas son lo que parecen. Por lo general, hay unas dosis de impostura en muchos aspectos de la vida, fruto de las reglas sociales que nos hemos impuesto para convivir los unos con los otros en vez de tirarnos al cuello de cuantos no piensen lo mismo y en cualquier circunstancia.

Resulta que según dicen ahora los expertos (cada vez más la denominación es una farsa) el emperador Adriano, el protagonista absoluto de la famosa novela de Marguerite Yourcenar ni era pacifista ni era hispano, dos de las cualidades que la autora le otorgó en la obra. Al parecer, las fuentes que usó no eran fidedignas y de ahí, y de sus propios objetivos al reconstruirlo, surgió la imagen del hombre y gobernante que nos ofrece la obra.

Pero ¿ a quien le importa? “Memorias de Adriano” es un libro extraordinario y su autora siempre será recordada por él. Algo parecido (salvando las distancias) sucede con el debate a dos entre el Presidente del Gobierno y el candidato a serlo después del día 23 de julio -que no me digan ustedes que no es una fecha extraña, entre calores veraniegos, con los últimos estertores del curso académico universitario y de la oposiciones del profesorado, entre unos que vienen y otros que se largan, cuerpo y espíritu deseosos de relax, calor por las noches y coca colas-. Y un sentimiento confuso de incredulidad entre tanto ruido sobre lo que el votante debe de hacer: para ser de izquierdas o de derechas, progresista o reaccionario, y hasta fascista o maleducado, que es nuestra época muy de usar los epítetos sin prudencia y cuidado, según se llegan a la boca del estómago propio o el de los correligionarios.

Y digo que pasó algo parecido a lo de la novela de la autora francesa, porque aunque lo que allí se dijera por parte de Feijoo no fuera cien por cien (o nada) realidad a nadie parece importarle, frente a la evidencia de una mejor compostura del candidato gallego, y unos cuantos (y medidos) gramos de humor, que siempre es de agradecer en estas conversaciones tediosas y obligadas. Ganó (así lo ha dictado la mayoría mediática), en  un combate de vencedores y vencidos, muy del gusto de la aldea global en la que nos encontramos y ello le ha dado impulso en las encuestas. El continuo machaqueo sobre lo horrible de sus pactos con Vox le ha obligado a pedir el voto útil en una especie de oración redentora para no tener que pactar con ellos, todo lo cuál puede que le dé unos estupendos resultados. Cosa de las estrategias y de los clarividentes asesores.

Por otra parte, quienes ahora formen gobiernos autonómicos de coalición no van a tenerlo fácil, y mucho menos si carecen de los recursos suficientes en la Cámara Legislativa (y en la Mesa que la rige) que es a donde irán todas las propuestas de leyes que el gobierno correspondiente pretenda enhebrar. Cuando veo la alegría exultante de los hoy ganadores, no puedo por menos que pensar en lo poco que (de puertas adentro) les va a durar dicho gozo en cuanto tomen contacto con la realidad y sus muchas vertientes. No tengo bola de cristal alguna pero el aprendizaje que la evolución humana logra, permite predecir con cierta certeza lo que ocurrirá después de cómo han sido unos hechos determinados. Pues eso.


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