En estos últimos días hemos podido conocer los terribles asesinatos de mujeres a manos de sus parejas y lo grave es que se habían pedido ayuda a los servicios sociales y al juzgado con reiteración. La sociedad se ha estremecido ante estos casos tan sobrecogedores, incluso uno de los asesinato se ha producido delante de los hijos.
El psicólogo Dr. Lorente publicó un gran trabajo defendiendo la Ley Integral contra la violencia doméstica, artículo muy documentado pero estamos comprobando que la normativa no basta. Los romanos decían: pluria leges pessima republicae. Muchas leyes, mal gobierno. Hay que hacer algo más que legislar para que nunca más se produzcan estas situaciones.
Hace más de cincuenta años la abogada Mercedes Fórmica publicó en el diario ABC un artículo en el que exponía el caso de una mujer, la Sra. Permia, apuñalada por su marido. La convivencia matrimonial había sido un verdadero infierno pero no se atrevía a denunciar la situación porque perdería por ley el domicilio familiar y la patria potestad de los hijos. Por ello permaneció en silencio hasta la muerte. El artículo pretendía dar un aldabonazo a la sociedad sobre la inferior situación legal de la mujer española. Los periódicos alemanes, británicos norteamericanos y hasta daneses y soviéticos publicaron notas sobre ello. En aquélla época la mujer era menor de edad hasta los veinticinco años. Ni siquiera disponía de sus bienes privativos sin autorización del marido, además, el domicilio conyugal era únicamente “la casa del marido”. Lo más grave era la disposición del Código Penal que decía: “el marido que sorprendiera en adulterio a su mujer, matare en el acto a los adúlteros o a alguno de ellos o se les causara lesiones graves será castigado con la pena de destierro. Si le produjese lesiones de otra clase, quedará exento de pena” Esto era, como ha dicho algún tratadista, una verdadera “licencia para matar”. Sorprender a los adúlteros era fácil, bastaba una pequeña trampa como exponía el artículo de Fórmica
Aunque parezcan lejanos esos tiempos la realidad es que la discriminación de la mujer sigue latente en el mundo actual. Raro es el día en que no tenemos un asesinato producido por llamada violencia doméstica. Un auténtico drama social que no parece resolverse de forma inmediata. Se propugna la igualdad de sexos en todas las Constituciones y en múltiples normas de la Unión Europea, de la Constitución y nuestra normativa pero en la práctica, las mujeres siguen sufriendo auténticas segregaciones sociales y laborales. Es terrible pero el homicidio doméstico empieza a ser habitual. Disponemos de gran protección teórica que se diluye en la práctica. Se paga menos por el mismo trabajo, despidos por estar embarazadas y los asesinatos generan escasa reacción social, solo unos minutos de silencio ante entidades públicas con las caras descompuestas de los manifestantes .No es suficiente. Las órdenes de alejamiento se incumplen sistemáticamente, hay que reforzar la protección, y que todos, vecinos, amigos y personas que tienen conocimiento de la crueldad del trato y el desamparo de la víctima, la defienda con interés. Se ha publicado que en este año más de veinte niños se han quedado huérfanos por el terror familiar, un horror que se arrastra de por vida, Algunos han presenciado el atropello tras sufrir en el domicilio la maldad del progenitor. Eso es lo que tenemos. Incluso hay que destacar en cuanto a discriminación vigente que hace unos días el Tribunal de Justicia de la U.E ha tenido que declarar ilegal una norma española sobre trabajadores a tiempo parcial, por discriminar a las mujeres.
Hay que insistir .Toda la sociedad: familiares, amigos, vecinos, médicos, inspectores de trabajo, policías. Concienciar, como se ha dicho. Nadie debe guardar silencio ante estos hechos trágicos porque pasan los años se dictas leyes sobre leyes y advertimos que siguen en vigor los viejos conceptos del patriarcado existentes en el código ancestral reflejado en las Euménides, donde los dioses declararon inocente al matricida, proclamando que la madre no es verdaderamente progenitora, honor que solo puede corresponder al padre. Es una exageración pero necesitamos que se apliquen las leyes, se eduque en el respeto, se proteja a las víctimas para que se extienda una conciencia social que evite estas tragedias. No más muertes ni malos tratos.