Estimados compatriotas de La Savoche: Sabéis por qué digo La Savoche, no? Así lo pronunciaba Monsieur François Roger de Gaigniers, un franchute de La Bourgogne, allá por 1715, cuando vendió al Rey Sol, Louis XIV, los papeles en los que figuraba una relación de fortalezas que habían hecho los españoles, de aquellos tiempos de Felipe IV, para defenderse de los ataques posibles de los portugueses, a lo largo de la raya (A Raia) con el país vecino. En fin, eso es agua que pasó hace ya demasiado. Ya viene el otoño.
Por cierto, y volviendo a La Savoche. ¿Qué le importaba al Borbón el estado de la Raya? Bueno, pues se conoce que ya maquinaba lo de la Guerra de Sucesión y la llegada al trono de su pariente Felipe V, el primer Borbón. Vale.
Decía que el otoño empieza a asomar por el raspil del horizonte. La vaina mala es que ha llovido muy poco. A ver si en estos días postreros del estiaje se remedia algo esta necesidad perentoria de agua. ¿Han salido ya las minitas? Las que nosotros llamamos así son las cólquidas otoñales. Antiguamente, cuando había eras en el Ejido Patero, tras la labor de la trilla y todo aquello, con las primeras lluvias, salían entre las peñas de pizarra del suelo esas florecillas lilas, tan líricas y bellas. Notas de otoño.
Los cazadores empezamos a sentir la llamada de la caza y andamos dando vueltas por acá y acullá en pos de los pertrechos, los sueños y las ilusiones. Tenemos, o hemos tenido, la suerte de vivir el otoño caminando por el incomparable marco de nuestras Viñas y con la escopeta en los brazos. No hace falta que os cuente otra vez la maravillosa gama de colores, y olores, que desprende esa vegetación privilegiada que ameniza lo que antiguamente se llamó Coto de Viñas.
Y llega la vendimia. ¿Habrá alguien aún que se suba a una “burra” de madera a pisotear racimos para extraer el néctar de los dioses? Parecen cosas del pasado; pero tal vez existan. Ojalá. Que disfrutéis del otoño.
