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QUEREMOS EL MUNDO. AHORA!

OPINIÓN
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Hay días especialmente dedicados a la afectividad. No se buscan, llegan. Por esas cosas de la
vida. En esos momentos, se descubre que los humanos no somos crueles del todo. En ocasiones
sabemos estar a la altura de las circunstancias.

A principios de semana ha sido noticia un hombre, tipo medio, que ha devuelto un sobre que no le
pertenecía, con 700 € y una cartilla, encontrado en la calle. La opinión publicada lo ha contado mil
veces. Alabándolo. Con chiste incluido acerca de que no era un político, ya saben…¡Que cosa
esta de ser virtud lo que debiera ser normal…! Lo que lo es.

Nos hemos pasado los años huyendo de los ritos considerados obsoletos, atrasados,
décimononicos. Todo, para descubrir al cabo del tiempo, cuando ya disponemos de una cierta
experiencia de la vida, la utilidad indiscutible de muchos de ellos, cuando vienen en ayuda de la
especie humana, en casos extremos de dolor o de felicidad. Que incluso sirven para explicar el
orden de los números. Y el mundo.

Mi generación huyó de lo preestablecido. De las orlas fin de carrera, llenas de cabecitas
disfrazadas, de los velos tul ilusión en los casamientos, de lo rimbombante, de lo vulgar…La época
de la minifalda y de los Beatles no podía permitirse ser clásica. Ni burguesa. Por principio. No
olvidemos que somos descendientes del «mayo del 68», cuando grupos estudiantiles de izquierda,
contrarios a la sociedad de consumo (a los que luego se unirían los obreros, los sindicatos y el
partido comunista francés) lograrían la mayor huelga general de Francia y quizá de Europa
occidental, obligando a De Gaulle a convocar elecciones anticipadas. «Queremos el mundo, y lo
queremos ahora», decía una de las consignas que se extendieron por otros países, entre ellos
España.

Hoy sucede justamente al revés: las ceremonias se han puesto de moda. En la consecución de un
Grado, al bautizar a un hijo… Hasta para el paso de la etapa infantil a primaria en el cole, colocan
a los niños pequeños, unos birretes (esos gorros de raso que desde tiempos antiguos llevan los
eclesiásticos o colegiales) con fiestas de foto incluída …Ves tipos cualesquiera, vestidos de
chaqué en el día de su boda, descendiendo de un coche antiguo preparado al efecto, esperando a
la novia de blanco, príncipes y princesas por un día…o dos o tres, una semana. Después, la
realidad.

Ahora, el otro finde (como dicen los castizos), en el cementerio, yo miraba a familias enteras,
incluidas las sillitas con bebés, yendo a llevar flores a los seres queridos, como quien pasea,
charlando animadamente unos con otros, contándose y contando sus asuntos a los que ya no
están, como deseosos de no dejar atrás a los que faltan, en el día a día. Aquí y allí, por todas
partes, el color alumbrándolo todo…Y entendí. Por primera vez lo entendí.
Porque sucede que en épocas personales y colectivas, de plenitud y esperanza, ciertos gestos no
parecen necesarios, se desdibujan si el acontecer común tiene sus propios alicientes y estímulos,
pero cuando sucede lo contrario, cuando la etapa es gris y trabajosa puede que muchos sientan la
necesidad de una escenificación de la propia vida para poder edulcorarla (un poco) a su capricho.
Para conseguir unos bellos recuerdos que puedan transmitirse.

Esto es así. Como en el teatro…Quien lo probó, lo sabe.

 


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