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LA MUJER EN EL CÓDIGO CIVIL DEL PASADO SIGLO Y EN LA ACTUALIDAD

OPINIÓN
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Pronto se celebrará el centenario del nacimiento (1915) de  Mercedes Fórmica, abogada que luchó para poder inscribirse en el Colegio profesional  que se le negaba por ser mujer.  Esta letrada había publicado  una conmovedora  novela basada en un hecho real. La protagonista, Antonia Pernia, fue asesinada por su marido. La convivencia matrimonial había sido un verdadero infierno para Antonia que sufría calladamente malos tratos continuos. No aceptaba la separación para no perder, por disposición de la ley, el domicilio familiar y la patria potestad de los hijos .Por ello  soportó en silencio graves agresiones hasta la  muerte. La obra  se publicó en 1955 con el título “A instancia de parte”. Pretendía  dar un aldabonazo a la sociedad sobre la inferior situación legal de la mujer casada, aunque  apenas tuvo éxito. En  1991 el Instituto de la Mujer decidió reeditarla en una cuidada versión. En el prólogo de la obra, María Elena Bravo recordaba el impacto que produjo un artículo de la abogada Formica titulado “Domicilio conyugal” que  explicaba lo sucedido a una mujer, asesinada para no perder a   sus hijos. El suceso  traspasó las fronteras. Los periódicos alemanes, británicos, norteamericanos y hasta daneses y soviéticos publicaron notas sobre este caso. En momento tan propicio  la Sra. Fórmica y  algunos miembros del Tribunal  de la Rota  pidieron  al gobierno   la reforma del vigente Código Civil  proponiendo  la modificación de sesenta y seis artículos humillantes para la mujer casada tratada por la ley como un menor de edad. Se aceptaron varios cambios, que fueron considerados insuficientes, incluso se dijo que favorecían  una falsa apariencia de liberalización  del régimen concediendo una pseudo libertad a la mujer para acallar las críticas surgidas por tan inicua desigualdad. La reforma  no era ciertamente el desideratum pero  supuso un gran avance para  la mujer como, la designación del domicilio conyugal, el ordenamiento para disponer de los bienes  y la patria potestad de los hijos. En aquélla época el Código Civil era muy restrictivo, las mujeres no  eran mayores de edad hasta los veinticinco años, no podían disponer  de sus bienes  privativos sin autorización del marido, además, el domicilio conyugal era únicamente “la casa del marido”. Muchas profesiones solo podían ejercerse por varones como puede constatarse en las  convocatorias de oposiciones a puestos de relieve en la Administración Pública y en Instituciones privadas. Con anterioridad, en  el Congreso Nacional Pedagógico celebrado en 1882 se  había llegado  a cuestionar la capacidad de la mujer para la enseñanza de párvulos, porque iba a prevalecer su instinto maternal sobre la docencia. La mujer sufría en silencio graves humillaciones  con total   renuncia personal. La escritora María Lejárraga, escribió todas las obras de teatro que estrenaba su marido Gregorio Martínez Sierra como eximio autor, quien ni siquiera la mencionaba.

 

     La propia Sra. Fórmica, había sufrido las consecuencias de la traumática separación de sus padres: el “castigo” que sufrió su madre por no admitir el “mutuo acuerdo” de separación fue la pérdida de la patria potestad de su único hijo varón, conservando solamente la de sus cinco hijas y una misérrima  asignación económica para el sostenimiento de la familia.  Estos hechos son lejanos en el tiempo pero  la discriminación de la mujer sigue con virulencia en el mundo actual. Raro es el día que no es  asesinada una mujer por su pareja.  Un auténtico drama social.

 

    El Doctor Lorente Acosta en su libro titulado “Mi marido me pega lo normal” advierte que aún hay tres metas a conseguir: erradicar la violencia en el hogar, el reparto del trabajo doméstico y las dificultades de las mujeres para alcanzar puestos de relieve -Recordemos que hasta hace muy poco, era noticiable que una mujer obtuviera plaza de Magistrada en el Tribunal Supremo

 

      Por eso es preciso recordar  la lucha de Formica, que continuó María Telo, quien junto a otras mujeres admirables como Clara Campoamor o Concepción Arenal,  exigieron la igualdad. Lo cierto es que aquí y ahora existe gran protección teórica, Constitución, Código Civil, Código Penal, Normas Laborales, pero la práctica es distinta: menos salario por igual trabajo, mujeres asesinadas por su pareja sin más reacción que señalar el número que hace la fallecida y un minuto de silencio ante la casa de la víctima, órdenes de alejamiento sistemáticamente incumplidas y despidos por embarazo. Así es, sin exagerar

 

             Ya bien entrado el siglo XXI no tenía que plantearse la situación que combatió esta ilustre jurista pero la sociedad no reacciona. Seguimos  asistiendo a actos inicuos, como la pasividad ante los malos tratos.  Se ha podido comprobar en una simulada escena terrible de tortura a la mujer,  realizada en un ascensor por actores para demostrar  el poco interés de los que presenciaban el acto y aún más, no hace mucho tiempo, el científico  creador del satélite enviado al espacio se ha exhibido con una camisa de dibujos vejatorios para las mujeres. Ante las críticas, se ha disculpado pero el daño está hecho. Hay un gran camino por delante para alcanzar la verdadera  igualdad.

 

 

 GUADALUPE MUÑOZ ÁLVAREZ es 

 ACADEMICA CORRESPONDIENTE DE LA ACADEMIA  DE JURISPRUDENCIA Y LEGISLACIÓN


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