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BAROJA TROPIEZA CON LA GRAMATICA EN CORIA

OPINIÓN
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[Img #41554]Aquel viaje de Ortega y Baroja a la Sierra de Gata, del que, yo sepa, no hay noticias, sería muy fructífero tanto para el filósofo como el novelista. Ambos harían morada en una posada – la única existente en esa época en la ciudad – situada en la calle, frente al actual restaurante, “El bobo de Coria”. El filósofo “iba movido no más que por esa percepturitio  de que habla Leibniz, ese entusiasmo visual, ese deleite incalculable de revolcar la retina sobre paisajes no vistos aún”. – Sigo, querido lector, citando a Ortega por su maravillosa prosa -. “Baroja llevaba un propósito más decidido – señala el filósofo -. Desde hace mucho tiempo, todos los pasos de Baroja van dirigidos por el espectro de  Aviraneta. En aquella ocasión se trataba de localizar una hazaña del extraño personaje, llevada a cabo cuando asistía a la toma de Coria. (…) Pues bien, cuando hartos de andar y ver, volvíamos a la posada – allá en Coria, ciudad inverosímil, sombría, torva e inmóvil como un susto en medio del camino -, Baroja sacaba del bolsillo una tonelada, poco más o menos, de papeles impresos. Eran las pruebas de una novela suya próxima a publicarse. Y sin dejar de tomar parte muy activa en la discusión que a esta hora crepuscular solía encenderse entre todos los compañeros de viaje; Baroja, con los restos de un lápiz, corregía sus pruebas.

 

Evidentemente – prosigue el filósofo -, mientras castigaba su estilo, Baroja atendía más al tema de la conversación que a la gramática de su novela. Pero un día nos sorprendió el silencio del novelista, hundido, casi náufrago, en las olas tempestuosas de sus galeradas. Y era tanto más extraño cuanto que a la sazón hablábamos de Goethe y del giro pagano que dio, o quiso dar, a su existencia. Ahora bien: Goethe y su ideal pagano de la vida son dos cosas  que suelen, muy especialmente, sacar de quicio a Baroja”.

 

Al cabo de un rato – y dejo el texto orteguiano -, Baroja dijo: “¿Lo ven ustedes? No hay cosa peor que ponerse a pensar en cómo se dicen las cosas, porque acaba uno de perder la cabeza. Yo había escrito aquí:”Avinareta bajó de zapatillas”. Pero me he preguntado si está bien o mal dicho, y ya no sé si  debe decir:”Avinareta bajó de zapatillas, o bajó con zapatillas o bajó a zapatillas…”.

 

Como brillantemente dice el sacerdote e historiador, Miguel Iglesias Hernández, los escritores del “98” se impresionarían por la defensa “que  los pueblos del norte cacereño hicieron del absolutismo regio, y el visceral rechazo  del liberalismo político…”. Tan es así, y siguiendo la erudición del amigo y admirado Miguel, Baroja situaría la acción de su novela “Los guerrilleros del Empecinado” en Coria. Nadie como él, ha dedicado tantas horas en bucear por ese tiempo dormido de la “torva e inmóvil” ciudad episcopal, tan vinculada a cuantos recibimos del prelado, aquel bofetón: el que nos daba el obispo de Coria: “para que nos acordásemos de la Confirmación”.


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